Viva la muerte
Títulos de crédito de "Viva la muerte" de Fernando Arrabal.
Títulos de crédito de "Viva la muerte" de Fernando Arrabal.
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juan
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"A mi parecer, no hay nada más misericordioso en el mundo que la incapacidad del cerebro humano de correlacionar todos sus contenidos. Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de mares negros e infinitos, pero no fue concebido que debiéramos llegar muy lejos. Hasta el momento las ciencias, cada una orientada en su propia dirección, nos han causado poco daño; pero algún día, la reconstrucción de conocimientos dispersos nos dará a conocer tan terribles panorámicas de la realidad, y lo terrorífico del lugar que ocupamos en ella, que sólo podremos enloquecer como consecuencia de tal revelación, o huir de la mortífera luz hacia la paz y seguridad de una nueva era de tinieblas" - H.P. Lovecraft
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juan
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La traducción no es del todo exacta (interior, noche, risas), pero creo que hago justicia con el viejo Tom:
Se llevó todo mi dinero
y a mi mejor amigo
ya conoces la historia
aquí viene otra vez
no tengo orgullo
no tengo vergüenza
tienes que hacer que llueva
haz que llueva
desde que te has ido
duele ahí adentro
no soy más que otro triste huésped
en esta tierra oscura
quiero creer
en la caridad del mundo otra vez
haz que llueva
la noche está muy calmada
pasándoselo de lo lindo ella sola
necesito el látigo del trueno
y el oscuro quejido del viento
no soy Abel, sólo soy Caín
abre los cielos
haz que llueva
estoy cerca del cielo
estampado en la puerta
han afilado los cuchillos
en mis errores
lo que ha hecho esta chica no tiene nombre
tienes que hacer que llueva
haz que llueva
sin su amor
sin tu beso
el infierno no puede quemarme
más que esto
estoy encendiendo toda esta pena
apaga el fuego
haz que llueva
he nacido para los problemas
he nacido para el destino
del interior de una promesa
no se puede escapar
es el mismo viejo mundo
pero nada parece igual
haz que llueva
sigo solo aquí
canta
haz que llueva.
Y la sajona original:
She took all my money
And my best friend
You know the story
Here it comes again
I have no pride
I have no shame
You gotta make it rain
Make it rain!
Since you're gone
Deep inside it hurts
I'm just another sad guest
On this dark earth
I want to believe
In the mercy of the world again
Make it rain, make it rain!
The nite's too quiet
Stretched out alone
I need the whip of thunder
And the wind's dark moan
I'm not Able, I'm just Cain
Open up the heavens
Make it rain!
I'm close to heaven
Crushed at the gate
They sharpen their knives
On my mistakes
What she done, you can't give it a name
You gotta make it rain
Make it rain, yeah!
Without her love
Withour your kiss
Hell can't burn me
More than this
I'm burning up all this pain
Put out the fire
Make it rain!
I'm born to trouble
I'm born to fate
Inside a promise
I can't escape
It's the same old world
But nothing looks the same
Make it rain! [2x]
Got to make it rain
Make it rain
You got to make it rain
Got to make it rain
You got to...
I stand alone here! [2x]
Sing it...
Make it rain! [2x]
La verdad es que tiene que ser un espectáculo verlo en directo. Estuvo el año pasado en España (creo que por vez primera en su vida), y uno se entera tarde de estas cosas. Las entradas para Italia valían unos 400€ (que se mueran los Rolling y U2 robándole a la gente con espectáculos de luces y purpurina, Tom vale 4 veces más). A ver si estamos todos en alerta y la próxima vez que toque cerca nos enteramos.
No os perdáis la entrevista: entre otras cosas, dice que pilló a su hijo mayor diciéndole al pequeño "nunca le pidas a papá que te ayude con los deberes". La verdad, toda una lección del Maestro. El hombre va haciendo fotos de manchas de aceite de la carretera, aquí nos enseña una donde "claramente" se ve un caballo saltando una valla.
Tom nunca canta la misma canción igual dos veces. En la de este otro video se parece un poco más a la del CD de estudio, ya que no iba tan borracho. Creo que la voz de Joe Cocker se queda a la altura del betún (o de las manchas de aceite).
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Jonás El Terrible
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Epílogo II
Año 2030. El último modelo de la serie 9 BMW se deslizaba con sus turbinas aéreas silenciosas a lo largo de la nueva avenida hacia el Parque del Edén. Allí, un hombre divorciado, cuyo nombre no viene al caso, gozaría de un bonito domingo de asignación judicial de visitas con su amado hijo.
El camino se hizo excesivamente largo para ambos, a pesar de los esfuerzos del padre por sintonizar una emisora juvenil del agrado de su casi desconocido vástago, el cual era un visible fan de los “Fat Scorpion Boys”, un grupo de desafortunados quinceañeros que se vestían con trajes con aguijón. Éstos dejaban crecer su barriga hasta un volumen más que considerable, siendo su consigna: “Mi grasa es tu veneno”, al ritmo de las frecuencias ultrabajas que tan de moda permanecían desde el año ’25 y que producía una sensación de vértigo en el estómago, mientras que los oídos parecían no percibir nada.
Aparcaron junto a la inmensa pérgola que cubría por completo el espacio para comidas del parque, el antaño modesto merendero del pantano de Elche. Tras bajar del coche desplegaron una impoluta manta de picnic para una perfecta y programada sesión padre-hijo. El rollizo infante se apresuró a desempaquetar las numerosas provisiones ante el asombro de su progenitor, «estos chicos con sus modas…» pensó el hombre. Éste sabía que cuando acabara el ágape, y tras la rigurosa pastilla de obesidad, mostraría a su hijo, orgulloso, el sublime vergel que constituía la zona conocida como Plaza de D. Pablo Brotons.
Se relamía con sólo pensar en el momento en que le narraría a su hijo la historia del heroico concejal, el cual había acondicionado los terrenos que ahora pisaban para que pudieran ser disfrutados por los “landers”[13]; y además, y lo que es más importante, había salvado a la ciudad del iracundo ataque de un funesto desequilibrado allá por el año 2010. Sí, en Elche los héroes eran de buena madera.
El jardín que pronto visitarían tenía en su haber numerosas especies vegetales que crecieron desmesuradamente gracias a un abono especial desarrollado “ad hoc” por los científicos. «Este logro ha supuesto un importante sacrificio para la generosa población ilicitana, pero ha valido la pena». Estas palabras quedaron grabadas en la memoria del orgulloso cuarentón y tenía planeado repetírselas literalmente en su perorata posterior a su amado chavalín.
A través de los infinitos campos de frutales poblados aquí y allá por numerosas amapolas[14], se acercarían hasta el indiscutible centro del complejo, el monumento a P. Brotons, en cuyo pedestal rezaba una placa:
“Año MMXI, la ciudad de Elche en agradecimiento al ilustrísimo concejal Don Pablo Borja Brotons de Montalbo y Aznar, por sus servicios prestados a la sociedad ilicitana, cuyo fruto se alza ahora majestuoso en esta anteriormente desaprovechada localización. Así mismo, que esta estatua sirva para recordar no al político, sino al hombre, el ciudadano, el héroe, que murió por salvar el ideal de una ciudad buena, una ciudad sin pobreza, una ciudad fuerte, en definitiva: UNA CIUDAD LIMPIA.”
Fin
[13] Nombre que recibieron los afortunados personajes que siguieron siendo ricos después de serlo antes. Y que también tuvieron la suerte de continuar viviendo en armonía en una ciudad mucho más próspera, como consecuencia de la eliminación de esos agentes transgresores de la felicidad, como era la gente inútil que poblaba El Anillo.
[14] Cuenta la leyenda que la amapola crece habitualmente en los camposantos.
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Epílogo I
Brotons había muerto antes de caer sobre Efrén. Numerosos agujeros llenados con plomo daban testimonio de ello. Ahora, su atormentada existencia se había extinguido dejando paso a un más que probable descanso en el apacible y tranquilo lugar al que las almas como la suya acudían tras la vida: las llamas del infierno; y éstas, jamás se extinguían.
Por su parte, Efrén ¿a dónde pensáis que fue a parar? Por lo pronto, su muerte había podido ser la finalista de un premio Pulitzer (si hubiera habido alguien vivo para fotografiar el momento en que la bandera, con mástil incluido, se colaba sin dificultad por su boca, saliendo con la misma rapidez por salva sea la parte, componiendo así una bellísima instantánea).
Queda a libre elección del lector si fue al cielo o al infierno. Todo depende de si creéis que el cielo puede aceptar entre sus filas a un ángel algo desequilibrado o no.
“El hombre es un lobo para el hombre”.
Montesquieu
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juan
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XXIX
“hic iacet lepus” [12]
Sólo había una persona que esperaba la inesperada visita con absoluta tranquilidad. La única persona que, probablemente, estaba a la altura del trastorno mental del necropolita.
P. Brotons conocía la única manea de enfrentarse a la amenaza que él mismo había creado. De nada serviría la fuerza bruta y por ello había ordenado a la policía que permaneciese al márgen de la contienda por muchas llamadas desesperadas que recibiese.
Como los viejos villanos de los cómics, Brotons, había entrenado su mente para obtener los más óptimos resultados con el mínimo esfuerzo, aunque para ello tuviera que sacrificar la vida de algunos ciudadanos.
Vio aparecer a Efrén en una furgoneta flanqueada de mesitas de café, ya no tan blancas, a las que a su vez se habían incorporado unos pares de cadáveres chorreantes. Las miguitas de pan con que Brotons había sembrado el camino dieron su fruto. Tenía a Efrén justo donde quería y se felicitaba a sí mismo de haber urdido un plan tan efectivo en los apenas 30 minutos de los que dispuso tras la noticia de la fuga del desquiciado del pantano.
Con sus poderosos brazos abrió el balcón principal del consistorio. En el interior del despacho, su acólito Dyango, sería testigo de excepción de la destrucción total de la que había sido su más importante obra como profesional de la psicología.
Efrén avistó en lo alto de la fortaleza cómo una gigantesca llamarada de veinte metros incineraba las puertas del balcón central.
«¿Será un dragón?» rumió Efrén mientras asía con más fuerza a María. Estaba ansioso por descubrir la forma que habría adoptado el diablo en aquella ocasión y, mientras esperaba, decidió disparar a los estómagos de los que, estupefactos, rodeaban el vehículo con expresión incrédula.
Su carroza fue elevada unos palmos sobre el suelo por los ángeles belicosos que formaban su particular ejército. Seguía disparando a la vez que el coro de querubines dio vueltas en espiral levantando el vuelo. Esta vez la melodía entonada era un singular “twist and shout” muy apropiado para la ocasión: “twist” para Efrén; “shout” para la gente.
De repente sonó una voz llenando toda la plaza de Baix. Efrén detuvo su baile con un par de detonaciones secas sobre los oficinistas que, en la segunda planta, estaban ahora a su altura. Encaró el vehículo hacia el Ayuntamiento.
Saliendo a la luz del sol, Brotons, levantó el dedo, señalando a Efrén desde lo alto. A continuación exclamó — Martínez, volverás a regurgitar gusanos — soltando una amplia carcajada algo forzada.
La figura andrajosa que conducía el modificado furgón del Ayuntamiento quedó paralizado unos instantes. Se podía adivinar bajo las barbas de aquel sujeto una repentina lividez de auténtico terror. Efrén Martínez había vuelto a la época del colegio con una simple frase. La voz volvió a clamar:
— Martínez, ¿recuerdas quién soy?
El demonio traspasó el umbral de la puerta. La masa informe y nebulosa aparecía a la vez que el cielo gruñía lanzando meteoros incandescentes. La tierra temblaba ante la horrenda visión del demonio en su forma primigenia. Monstruosos brazos atestados de tentáculos ondeaban intentando golpear a los alados acompañantes del salvador.
Las numerosas bocas que emergían una y otra vez del bloque carnoso gritaron — Martínez, volverás a regurgitar gusanos —. Algo se tambaleó definitivamente dentro de Efrén. Varias imágenes acudieron presurosas a respaldar tamaña afirmación (¿Martínez?). Dejó a un lado estos pensamientos dándoles un golpe con el codo y se centró en la bestia maligna, absoluto foco de maldad e inmundicia. María pugnaba por derramar el viscoso líquido vital que recorría las podridas venas de su adversario. ¡CLAC, CLAC!
Brotons veía cómo el descarado Efrén osaba a desafiarle, pues estaba cargando su arma, haciendo caso omiso a la presa mental que acababa de lanzarle. Miró a Dyango interrogándole fugaz y mentalmente: “¿Qué coño está pasando? ¿Por qué no se viene abajo?”.
Dyango aterrorizado salió al balcón, abrió la boca para explicarse: “estee…, pero…”. Una inesperada ráfaga de plomo le arrebató la capacidad del habla, quedando extendido a los pies del concejal. Brotons sabía que la próxima sería para él. Con un vertiginoso movimiento que en nada hacía honor a su envergadura, sacó de sus guías una de las tres banderas que ornaban el balcón. Por supuesto la de España. Besando el escudo se encaramó a la barandilla y preso de una furia sádica saltó empuñando el mástil hacia Efrén.
El dolor que preveía iba a causar y a sufrir fue demasiado intenso como para ignorarlo. Las puertas del placer estaban abiertas.
El viscoso espanto hizo crecer su enorme y alargado cuerno desde lo más profundo de sus entrañas, mientras aumentaba su volumen. Efrén se encomendó a Dios antes del supremo momento del martirio, pues sabía que debía morir.
El sol fue tapado totalmente por la voluminosa masa que rebosaba por el balcón. El demonio había saltado a por él. María lo recibió con una frenética sucesión de descargas atronadoras. Efrén estaba preparado para la cornada final y su propia salvación.
“LET THE SUN SHINE,
LET THE SUN SHINE,
THE SUN SHINE IN…”
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XXVIII
Efrén era feliz. Su sueño se convertía en realidad. EL CASTIGO era administrado con MAESTRÍA y la sensación de estar sirviendo al cielo poblaba su mojada entrepierna en unos cada vez más caudalosos efluvios de líquido viscoso. Aunque atrás quedaba
«¿Me pregunto cosas? Chapas amarillas corren volteadas por la jeringa. ¿Leilo? ¿Perdonar? ¿Puños y borreguitos bastardos? El buey ya no escupe como antes y sus alas aterran sin bolígrafos.»
Efrén volvió a concentrarse:
Estrelló el vehículo contra un comercio de dos plantas. Después de pasear sobre varios cadáveres y rematar el destino que Dios les había dictado, fue a topar contra los probadores en los que ilusos infectos intentaban ocultarse tras las cortinas, las cuales, enseguida fueron tiñéndose de oscuras manchas brillantes. Cada vez más grandes a cada nueva embestida. Dio marcha atrás rápidamente a pesar de los baches y siguió su camino. El Ayuntamiento se alzaba ya en lontananza.
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juan
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XXVII
Una gran multitud de ilustres ciudadanos del anillo paseaba tranquilamente por las calles de
Una furgoneta blanca del Ayuntamiento surgió del carrer Ample, y casi como una exhalación, subió a la acera de
Los “¡Auxilio!”, “¡Socorro!” y “¡O sea!” que los “shoppers” proferían, no alcanzaban en apariencia al conductor del vehículo, el cual, seguía estampando los cuerpos que interceptaba contra el suelo o la pared. Algunos quedaban prendidos de los hierros de las mesas. Otras personas pudieron ver el rostro del asesino: ¡parecía un simple mendigo!, aunque había algo en su mirada…
En Massimo Dutti, las destrozadas lunas del escaparate habían seccionado el cuerpo de una muchacha que mientras se desangraba observaba cómo la planta de debajo de Zara era tomada por la destrucción. Vestidos, jerseys y móviles volaban junto a brazos, piernas y orejas en un ballet sanguinoliento y cruel. ¡Habrá llegado el Apocalípsis al paraíso de las VISA ORO!
Comenzaron a oírse detonaciones.
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Jonás El Terrible
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Jonás El Terrible
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XXVI
Efrén volvió a subir al vehículo e inmediatamente enfiló a toda velocidad la cuyo nombre premonizaba el final de su gesta: Victoria Kent.
La gente de las aceras se abalanzaba sobre la furgoneta para, según Efrén, alcanzar más rápidamente el cielo que su mesías les traía tan amablemente. Sin excepciones de raza, sexo, religión o edad, todos eran salvados con embestidas del metálico corcel que Efrén cabalgaba. Sabía muy bien que los gritos de los niños eran una muestra de que habían alcanzado el estado de máxima excitación mística, propia de los estados próximos a la DIVINIDAD. Efrén estaba emocionándose y enormes lágrimas brotaban de sus cansados ojos de dilatadas pupilas. ¡Era tan bella su labor! Pero sabía que aquél que le encomendó el mandato no podía abandonarle en aquellos instantes apocalípticos en los que por fin culminaba su grandiosa hazaña, Tarde o temprano la mano del hacedor se manifestaría físicamente.
Estaba llegando a las proximidades del C.P. Baix Vinalopó. Eran los primeros días del curso y muchos colegiales se agolpaban a la salida del centro, esperando, probablemente, que Efrén se apiadase de ellos — ¡¡Dejad que los niños se acerquen a mí!! — gritaba Efrén citando al que había sido su ejemplo en su nueva vida de total entrega a los demás.
Traqueteando por las escaleras de bajada, la furgoneta atrajo los cuerpos de los niños. Sus brazos abiertos eran sin duda la expresión de la alegría con que recibían su martirizante bautismo de dolor. «¡Mmmmm!» cierto placer fetichista aparecía en la entrepierna de Efrén al oir el CRUNCH, CRASH, BLUMP con que sus víctimas le obsequiaban. Era una sublime sinfonía la que se arremolinaba bajo las ruedas de la furgoneta.
Seguro que fue voluntad divina que el puente de Altamira estuviese casi totalmente vacío, puesto que al girar Efrén hacia él, avistó en la lejanía el diligente ejército de ángeles inmaculados que esperaban para conducirle con menor dificultad hasta el lugar de la batalla final.
Sonaban las celestiales campanas de Sta. María. Efrén pensó «Dios ha elegido expresamente este Día». Los bellísimos cantos de la representación extraordinaria de El Misteri seguían el compás de las mareas mentales de Efrén.
Recorrió a toda velocidad la plaza del Congreso Eucarístico y una gran cantidad de ángeles blancos se unieron a su montura y alargando robustos brazos, casi metálicos, ensartaban los numerosos cuerpos de infelices infectos que allí se congregaban.
Efrén tuvo que dar varias pasadas para asegurarse de que el trabajo quedaba bien hecho, aunque sabía que aún no había llegado al foco definitivo de infección y no debía demorarse.
Por el carrer ample llegó enseguida a la acogedora Glorieta, donde un pequeño tic le recordó cierta clase de gente que poblaba estos lares, aquellos que deambulaban por la Corredora, entrando y saliendo frenéticamente de los numerosos comercios conde a cambio de billetes despachaban cosas.
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juan
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Efrén soñaba a menudo. Pero no eran los suyos sueños… apacibles. Más bien todo lo contrario. Debido al profundo desorden psíquico que padecía, pronto su realidad fue destruida como referente y materia prima para la fabricación del subconsciente onírico. Sí, Efrén estaba muy loco, y sus sueños provenían del conjunto de sensaciones que experimentaba al matar, las cuales habían creado un extraño entramado sin ley ni orden, un mundo donde sólo había un personaje principal [11], acompañado por gran número de víctimas de diversa índole. La noche anterior al despertar de Efrén, su sueño había sido éste:
«Amanece un nuevo día. Me levanto. Estoy en una habitación blanca. Salgo de la habitación. Estoy en el salón. Muebles blancos, paredes blancas. No me gusta. Llaman a la puerta TOC, TOC. Abro la puerta blanca. Veo una urbanización de casas blancas y un lechero dice que es el lechero. Un tipo blanco con una botella de vidrio de leche blanca y los dientes muy blancos. Tengo que pagarle. “¿Pa… garle?” No. Tengo que “pegarle”. Patada en la barriga. Respira entrecortadamente. Vuelvo a ello. Puñetazo en la boca. Grita ¡Ayuda! No sale sangre. Eso me enfurece. He de coger la botella y estampársela en la cara. Ahora sí sale sangre. Pero no sólo del lechero. De todas partes. Las casas blancas se vuelven rojas. Las paredes se tiñen de oscuro. Se hace la noche. El lechero cae a mis pies. Está muriendo. Miro al cielo. La luna está muy grande. Pero… maldita sea. La puta está blanca. Aúllo profundamente, como un lobo. Oigo delirar al lechero. Mucha sangre. Debajo de él… junto a mis pies. Roja y espesa. Caliente… Me doy cuenta de que estoy desnudo. Me acuesto sobre el charco que ha dejado el lechero. Me embadurno. Vuelvo a mirar a la luna, y esta vez no la veo. Afino la vista. Sí que está, pero ahora es un agujero. Un agujero negro. Me atrae. Atrae todo lo que se ve. Las casas vuelan, los coches vuelan. Palmeras, bicicletas. No hay personas. Sólo distingo los restos del maltrecho lechero entre el barullo. No tengo miedo. Pero voy a morir. Siento frío. Ya estoy dentro y no he muerto. Estoy, estoy… estoy despierto.»
_________________________________________
[11] El Salvador.
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juan
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XXIV
Efrén había hecho tres cosas inesperadas (inesperadas para los que vigilaban) aquella bella y soleada mañana de mediados de septiembre:
- Levantarse antes de tiempo [10].
- Matar a los obreros de siempre, aunque también a los conductores de la ambulancia y a los tres mercenarios que aparecieron después tras las colinas.
- Fijarse en que el cartel que normalmente colgaba de la parte de atrás de las ambulancias ya no decía “infectados de gripe”, sino “trabajos del Ayuntamiento”.
Como consecuencia de tales cambios en la rutina, Efrén decidió actuar según su instinto. Y su instinto le decía que de allí de donde provenía la ambulancia había muchos más infectados. “Trabajos del Ayuntamiento”. Sí, Elche sería el comienzo de su nueva etapa: la salvación a gran escala. Se estremeció de placer sólo de pensarlo. Pero, ¿estaba bien disfrutar de la labor encomendada?
Un par de voces le gritaron que sí con tal fuerza que Efrén dio un pequeño respingo hacia atrás, topándose con la ambulancia. Al cabo de un instante Efrén se vio a sí mismo conduciendo el vehículo en dirección al centro de la ciudad. Casualmente todos los coches iban en dirección contraria a la suya. «¡Claro, la gripe!», pensó. No se entretuvo demasiado en arrojar a la cuneta a aquellos conductores, pues su labor se centraría en el foco de infección, un lugar llamado Ayuntamiento.
— ¡Señora, ¿por donde se va a este lugar? — señalando el cartel.
— Señor, usted debe estar enfermo… — contestó una amable y temblorosa viejecita que había observado la evoluciones en la circulación de Efrén.
— ¡¿Enfermo?! Usted es la que está enferm — BOUM.
Los sesos y otras partes no identificables de la viejecita rociaban con alegría el escaparate de una tienda de repuestos para motos. Era increíble, nadie parecía darse cuenta de su propia enfermedad. Dos fornidos mecánicos salieron con sendas llaves inglesas en dirección a la furgoneta. Efrén los vio venir y antes de proseguir con su frenético tour bajó a la calzada, propinándole un sonoro mordisco en la nariz a uno de ellos, mientras colocaba (LA BOCA DE MARÍA) el cañón de su escopeta en los testículos del otro. Y apretó el gatillo.
_________________________________________________
[10] Probablemente debido a una habituación fisiológica a las drogas que le suministraban a diario en las comidas que encontraba “por casualidad” tras sus incursiones.
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juan
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Pablo Brotons observaba la plaza del Ayuntamiento a través de una de las ventanas del antiguo edificio consistorial. Sí, aquellos viandantes, aquellas pequeñas hormiguitas allí abajo nada sabían de su macabro plan… Hacía rato que estaba en el despacho, cómodamente apoltronado en su sillón de cuero, intentando machacársela con una revista pornográfica barata. Realmente no lo conseguía y eso estaba empezando a convertirse en un problema habitual: la edad, pensaba. De repente, un zumbido, y la voz de la secretaria anunciando una visita inesperada.
— Hazlos pasar, chata.
Brotons observó cómo dos de sus guardaespaldas franqueaban la puerta agachándose un poco para no impactar con sus cabezas en el dintel. Delante de ellos, un chico vestido con ropas neo-hippies intentaba zafarse de las manos que lo agarraban. Estaba visiblemente asustado.
— ¿Qué ocurre? — inquiría Brotons, algo molesto, pues había tenido el tiempo justo para guardar su herramienta.
— Este tipo estaba echando fotos en el pantano. Lo hemos pillado esta mañana — contestó una de las torres humanas.
— ¡Soy ornitólogo! ¡Estudio las aves! ¡Qué hay de malo en ello, señor! ¡Esto es ilegal, no pueden detenerme así porque sí! ¡Ni siquiera son policías! ¡AY!
Uno de los guardaespaldas había hecho callar al fotógrafo con una magnífica presa en el brazo. Brotons se acercó, al compás del vaivén de sus apretadas carnes, y le cogió una oreja al individuo, que trató de escapar otra vez, inútilmente.
— ¿Así que te gusta meter las narices donde no te llaman, eh majete? — susurró el concejal al oído del muchacho. — Ahora te voy a enseñar yo cómo tratamos a los que se cuelan en la fiesta sin invitación.
El muchacho intentó gritar, desesperado, pero su petición de auxilio se ahogó con un sonoro puñetazo en el vientre cortesía de Brotons que, a continuación, le propinó varios golpes más en la cara hasta tirarlo al suelo, donde el pobre desgraciado descubriría la extrema dureza de los zapatos Martinelli al contacto con sus huesos. Por su parte, Brotons, acababa de notar cómo una contundente erección pugnaba por salirse de sus pantalones. Por fin estaba tranquilo. ¡Su dignidad como hombre estaba asegurada!
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juan
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Jueves x de agosto del 2010
Aquí está la relación de datos que me pediste. Tal y como te prometí he incluido también las especulaciones sobre los cadáveres que encontramos en la zona referida. Según nuestras fuentes de información podríamos incluir entre los decesos, las víctimas del accidente de autobús del centro privado concertado “Misionero Don Raphael”. Le atribuimos al mismo causante los cuerpos encontrados en el cieno del pantano, lo cual haría un total de 71 muertos no contabilizados en el análisis estadístico que expongo a continuación:
- Nº de bajas......................................... 288
- M2 de terreno abonado.................. 585
- Nº de árboles plantados.................. 65
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juan
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Jonás El Terrible
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Otro día, otro cargamento. La protervia de Efrén era mayúscula.
¿Hacía realmente la voluntad de su dios (o algo así)?
Su mente le decía que sí, pero eso sólo era la excusa que, como todo buen psicópata, construyó sin querer en su intelecto ya que la perversidad de todos sus asesinatos era atroz.
El segundo retén de obreros estaba formado por una treintena de personas, de las cuales dos tercios eran varones. Efrén despertó “casualmente” cuando todos ellos habían cavado largo rato y también por casualidad sólo quedaba un furgón bien visible con el típico letrero de letras blancas sobre rojo. Rápidamente afloró todo su instinto, su miedo, su necesidad de cumplir el mandato supremo, llevar la salvación a aquellos pobres e indefensos infectos.
Bajó la colina acechante junto a María y un juego de cuchillos japoneses que había preparado ¿antes? ¿de verdad? Sus emboscadas no tenían igual y caían como moscas. Si alguna clase de ser superior parecida a lo que Efrén tenía en mente existiese, seguro se materializaría para cortarle las pelotas a rodajitas, porque la saña con que actuaba en sus matanzas era extrema.
En esta ocasión no se conformó con matarles puesto que una vez hubo abatido una docena y malherido a los restantes, tuvo la osadía de acercarse y, con unos movimientos magistrales, paseó el filo de los cuchillos por el gaznate sangrante de muchos de ellos. Despacio, suave, el arma blanca se teñía de grana deslizando de fenómenos y en su mente enferma aparecieron un par de macabras ideas. Las materializó. Como era habitual, una música celestial acompañaba la génesis de estas. Desvió su cuchillo a otro punto más bajo y ambas, junto con el apéndice, fueron cortadas con un tajo totalmente limpio en un cuarteto de hombres. Su primera idea fue inspiración divina. Una voz le dijo: ”Efrén, probablemente de las tres mujeres que restan vivas y agonizantes alguna esté ligeramente embarazada”. Raudo y sin pensarlo una sola vez, reventó los vientres de toda fémina viviente o no. Ahora las vísceras adornaban la escena de una manera muy apropiada. Las dos últimas personas que tuvieron la desgracia de sobrevivir un poco más, recibieron finalmente su misericordia acompañada de plomo en la cabeza.
Así acabó su segunda jornada y, velozmente, se dirigió a la necrópolis, pues tuvo la sensación de que era vigilado. «¿Por algún infectado?», pensó con terror.
Efrén no lo sabía aún, pero en su decreciente capacidad de análisis lógico, se estaba gestando una idea muy concreta. Cuando realizaba su labor, de algún modo tenía la sensación de estar pescando en un pequeño charquito de una cala: los peces saltaban al anzuelo y él sólo tenía que mover la caña (en este caso la escopeta) para recoger aquello que las olas le traían. Sin embargo, el rugido del mar abierto era un constante tronar en sus oídos, de manera que incluso podía escuchar algo parecido al cántico hipnótico de las sirenas — Efrén, péscanos, estamos enfermas.
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juan
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“Que estés a dieta no quiere decir que no puedas ver el menú”
Raúl Andrés Puertas Gallego
Un par de horas después de la desenfrenada orgía de sangre, Efrén descansaba pacíficamente en su retirada morada, sumergido bajo el suave y templado mar de tranquilizantes por el que su cuerpo se deslizaba.
La idoneidad de Efrén para la Misión había quedado patente. No cabía duda que había realizado un buen trabajo. La sugestión inducida por Dyango, el psicólogo, era total. Además el detonador había funcionado a la perfección: aquellos carteles de “trabajos del Ayuntamiento” que se convertían en “infectados de gripe” eran la pequeña lija que rascaba la cabeza de la cerilla (en este caso la de Efrén) y la encendía, y ardía hasta acabar con ellos. Dyango, ¡qué buen profesional! En cuanto éste descubrió lo que almacenaba aquel sujeto en su interior, supo cómo trabajarlo. Era como una marioneta, manipulada con unos hilos finísimos, eso sí, con algún riesgo que correr. No obstante, el verdadero titiritero era el “tranquilo” Brotons, que con firmeza manejaba los fuertes filamentos que sostenían a Dyango, quién a su vez movía al más tarado individuo que jamás haya visto. Formaban un móvil bellísimamente animado.
El alcalde reforzó las convicciones de Efrén sobre la epidemia de gripe y su relación con la deidad benevolente. Con ciertas drogas, su actuación en el papel de Padre Todopoderoso, y su convincente palabrerío, estos pensamientos quedarían grabados permanentemente en el alterado razonamiento de Efrén: estaría preparado para actuar. Pero… ¿cómo pararlo? Con más drogas, está claro. Un buen régimen de ciertos medicamentos “bien” administrados lograrían que el sujeto permaneciese en estado de vigilia sólo el tiempo necesario para cumplir la voluntad de Dios: unas dos o tres horas. De esta manera dispondrían de un margen suficiente para enterrar a los infelices peregrinos provenientes del Anillo, y otros preparativos para la siguiente sesión[9].
Los encargados de los nuevos oficios como “enterrador de falsos infectados de gripe”, “chófer de ilusos trabajadores del Ayuntamiento”, etc. eran de total confianza, seleccionados por Pablo Brotons con cuidado rectilíneo. Como ya había apuntado, los ciudadanos no debían olerse lo que allí había.
[9] El llamado tratamiento Ludovico descrito con más detalle en A Clockwork Orange consistía básicamente en condicionar a un sujeto mediante estímulos negativos para que fuera absolutamente incapaz de cometer actos de violencia. El tratamiento que recibe Efrén es el denominado Tratamiento Ludovico Inverso, que como su propio nombre indica es el diametralmente opuesto y consiste en el condicionamiento de un sujeto de tal forma que determinados estímulos controlados producen en él una brutal ansia de matar.
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“Bonum vinum laetificat cor hominis”[7]
Habían estado trabajando toda la mañana en la zanja, sobre todo después de la comida (aderezada con cerveza fría y vino potente), la mayoría de los trabajadores se mostraban eufóricos y henchidos de felicidad, mientras golpeaban la cada vez más dura tierra con sus picos.
Por la luminosidad del cielo azul que colgaba sobre ellos, fuera de la zanja, Nonauj calculó que serían más o menos las 19:30 h. o las 20:00 horas. «Dentro de nada veré mi casa. Mi propia casa» se decía mientras su compañero, Cap, sacaba la tierra que él arrojaba al suelo con una pala.
Por su lado, Cap, imaginaba cómo sería dormir en un lugar donde no se tenía que permanecer en duermevela por si alguien decidía arrebatarte el sitio a puñaladas. Recordaba que sólo hacía unos días, ni siquiera formaban parte de los “INTE” (INTEGRADOS) del centro y exterior del anillo. Miró a Nonauj. Se le veía tan feliz como a él.
De repente se oyó un estruendo. Nonauj y Cap miraron hacia el borde más alejado de la zanja, donde se había excavado la rampa que daba acceso al largo agujero: allí había un hombre en pie con una escopeta en la mano. Estaba disparando a diestro y siniestro sobre los obreros que había bajo sus pies.
— ¡Arrepentíos os digo! ¡El paraíso os espera!
¡¡K-BUUUM, K-BUUUUM!!
Nonauj y Cap fueron testigos, horrorizados, de cómo una pequeña avalancha de personas avanzaba hacia donde ellos estaban, intentando huir desesperadamente. Por aquél lado, la zanja no tenía rampa, de manera que el grupo de obreros, con Nonauj y Cap a su cabeza, se vieron aplastados unos con otros contra un muro de tierra de algo más de dos metros.
Dos trabajadores consiguieron trepar sobre la marabunta y alcanzar la superficie del suelo. Pero el tipo de la escopeta, con una frase proveniente de entre sus espesas barbas, y dos tiros de su escopeta, consiguió frenar el avance de la “escapada”: “¡¿Dónde vais almas descarriadas?! ¡¿Acaso renunciáis a la infinita benevolencia de vuestro humilde pastor?!
¡¡K-BUUUM, K-BUUUUM!!
Nonauj y Cap sintieron cómo una finísima cortina de sangre tibia caía sobre sus cabezas y las de sus compañeros. Comprendieron que iba a producirse una masacre de proporciones bíblicas. Nonauj sacó un brazo entre la multitud, intentando alcanzar el borde y asirse a él. Sonó la escopeta. ¡¡K-BUUM!! Su mano había desaparecido. En su lugar, un muñón sanguinolento aterrorizaba a aquellos que se atrevían a mirarlo. Cap intento ayudar a su amigo, pero éste perdió el conocimiento y pronto fue aplastado por las furiosas pisadas de los obreros. Nonauj había muerto.
— ¡El Poder del señor es infinito! ¡Humillaos ante él y yo os llevaré hacia su casa! — bramaba el tipo de la escopeta.
A continuación, y como si el individuo se hubiera vuelto aún más loco de lo que estaba, se produjeron un sinnúmero de detonaciones seguidas que acabaron con la vida de ocho o nueve personas más[8] (Con tal amasijo de carne humana, era difícil saber el número exacto).
En el suelo, un indigente envuelto en sus propias visceras, que le salían por el costado del mono de trabajo, intentaba tocar los pies de su asesino. ¡CRACK! El hombre de la escopeta le pisó la mano, y con un gesto terrible de superioridad apuntó a la cabeza y le desperdigó los sesos sobre las paredes de tierra y el rostro de los “espectadores” de primera fila. La gente empezó a enloquecer. Varias personas se abalanzaron en la dirección del asesino, con la intención, más que de atacarle, de salir huyendo por la rampa.
K-BUUM-K-BUUM-K-BUUUM.
Aquella escopeta almacenaba muchos cartuchos en su vientre. Cap pensó que quizá se tratara de una de aquellas armas que los últimos balleneros utilizaron antes de que la especie se extinguiera: máximo poder de destrucción; máxima rapidez y disponibilidad; mayor capacidad de carga; “hecho en Taiwan”.
— ¡Ahora arrodilláos!
La orden no fue aceptada de inmediato. La escopeta tuvo que volver a emplearse. Y cuando la cabeza de otro operario reventó en varios pedazos, el mandato fue, por fin, acatado.
— Mi nombre es Efrén, y soy vuestro salvador.
Cap advirtió que la mayoría de los presentes, entre ellos él mismo, estaban llorando. Allí arrodillado, junto al cadáver aplastado de Nonauj, fue esperando el turno para morir. Lamentablemente le tocó en el último lugar.
Efrén le obligó a mirarle a los ojos.
Cap le escupió en la cara.
Efrén le voló los testículos. Pero, como si inmediatamente se diera cuenta de su error, rectificó y le voló la tapa de los sesos.
Sí, el dueño de aquella escopeta no estaba allí para dejarse llevar por sus propios impulsos. Sino para hacer la voluntad de un tercero. La infinitamente sabia y misericorde voluntad de su PADRE.
[7] Como todo el mundo sabe, “el buen vino alegra el corazón del hombre”…
[8] Dicha circunstancia es conocida en la mitología céltica como Espasmo de Furia, un repentino crecimiento en la fuerza y valentía del héroe acompañado en ocasiones por una metamorfosis física. Para más información consultar los relatos del rey Slaine.
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María era bella como el fuego purificador de la inquisición española. Sin duda era un don divino. La cogió. Estaba cargada. Y había muchos cartuchos en una bolsa de tela justo al lado. Efrén recordó una bella melodía “OH HAPPY DAY, OH HAPPY DAY”. Sentía que su nueva vida le iba a reportar muchas más satisfacciones que la anterior, aunqua sabía que debía consagrarla a ayudar a los demás. ¡CLACK! Quitó el seguro.
Sí, su ayuda iba a ser contundente. “OH HAPPY DAY”. El gospel resonaba fuerte en su cerebro. Cogió la bolsa de cartuchos y comenzó a andar.
Era el pastor en busca del rebaño perdido, el predicador de la verdadera palabra. Una brisa movió su abundante cabellera, dejándole las facciones al descubierto. Pensó que incluso tenía el aspecto de un mesías. En el otro mundo iban a sentirse orgullosos de él, ya lo creo. De repente Efrén olió algo en el aire. Una luz de emergencia se encendió en su interior. Con dos zancadas terminó de subir el montículo que estaba escalando. «¡Dios Santo!»
Los veía. Los veía claramente, como el que ve la ira del hacedor en una tormenta de verano: eran muchos, muchos. Efrén observaba asombrado cómo cavaban en el suelo.
«¡Oh aleluya dijo el señor!» pensó Efrén.
En los carteles de la ambulancia que había justo al costado de la zanja se leía claramente: “INFECTADOS DE GRIPE”.
Entonces lo comprendió. ESOS INFECTADOS DE GRIPE estaban… ¡Cavando sus propias tumbas! ¡Sólo estaban esperando que la mano de Dios cayera sobre ellos como una lápida! Sí. El Padre le enviaba a los pecadores y él se encargaría de redimirlos. De redimirlos A TODOS.
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Lo primero que sintió Efrén al despertar fueron los rayos de sol de la tarde sobre su rostro. Era una sensación agradable. ¿Estaba en el cielo? Se incorporó lenta y parcialmente sobre un codo, utilizando el otro brazo para taparse la cara. ¿Qué había pasado? Poco a poco todo vino a su memoria. ¡Dios! ¡Había hablado con Dios! Aquél Dios terrible pero compasivo que le había estado dando señales indirectas, por fin, le había hablado. Pero… ¿estaba muerto?
Efrén miró a su alrededor, aunque no fue aquél vistazo a la sierra lo que le situó en el espacio-tiempo, sino otro recuerdo. El recuerdo de la MISIÓN. Sí, ahora recordaba el mensaje del PADRE: “Efrén, tienes una misión y debes cumplirla con amor”.
Dios le había dicho que su misión estaba incompleta y que tenía que esforzarse más: “No debes preocuparte, hijo mío. El mal que les condena a ellos a ti no te afectará”.
¿Era eso posible? ¡Claro que lo era!
El Todopoderoso era eso mismo: Todopoderoso. Efrén se orinó en los pantalones. Le excitaba sobremanera aquella demostración brutal de poder. Aquella supremacía indiscutible de su señor. Aquella voz atronadora… pensándolo mejor quizá no fueran orines lo que manchaba su pantalón.
Se puso en pie y se desperezó. De repente, la sensación de estar siendo observado le invadió. Al momento cayó en la cuenta: ¡Él también es omnipresente!
Se dijo a sí mismo que el cansancio que sentía era normal, después de estado en la otra vida y haber resucitado. Al lado de donde yacía unos momentos atrás, encontró a María. Estaba reluciente en el atardecer.
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