viernes, agosto 13, 2010

El Necropolita - Epílogo II


Epílogo II



Año 2030. El último modelo de la serie 9 BMW se deslizaba con sus turbinas aéreas silenciosas a lo largo de la nueva avenida hacia el Parque del Edén. Allí, un hombre divorciado, cuyo nombre no viene al caso, gozaría de un bonito domingo de asignación judicial de visitas con su amado hijo.

El camino se hizo excesivamente largo para ambos, a pesar de los esfuerzos del padre por sintonizar una emisora juvenil del agrado de su casi desconocido vástago, el cual era un visible fan de los “Fat Scorpion Boys”, un grupo de desafortunados quinceañeros que se vestían con trajes con aguijón. Éstos dejaban crecer su barriga hasta un volumen más que considerable, siendo su consigna: “Mi grasa es tu veneno”, al ritmo de las frecuencias ultrabajas que tan de moda permanecían desde el año ’25 y que producía una sensación de vértigo en el estómago, mientras que los oídos parecían no percibir nada.

Aparcaron junto a la inmensa pérgola que cubría por completo el espacio para comidas del parque, el antaño modesto merendero del pantano de Elche. Tras bajar del coche desplegaron una impoluta manta de picnic para una perfecta y programada sesión padre-hijo. El rollizo infante se apresuró a desempaquetar las numerosas provisiones ante el asombro de su progenitor, «estos chicos con sus modas…» pensó el hombre. Éste sabía que cuando acabara el ágape, y tras la rigurosa pastilla de obesidad, mostraría a su hijo, orgulloso, el sublime vergel que constituía la zona conocida como Plaza de D. Pablo Brotons.

Se relamía con sólo pensar en el momento en que le narraría a su hijo la historia del heroico concejal, el cual había acondicionado los terrenos que ahora pisaban para que pudieran ser disfrutados por los “landers”[13]; y además, y lo que es más importante, había salvado a la ciudad del iracundo ataque de un funesto desequilibrado allá por el año 2010. Sí, en Elche los héroes eran de buena madera.

El jardín que pronto visitarían tenía en su haber numerosas especies vegetales que crecieron desmesuradamente gracias a un abono especial desarrollado “ad hoc” por los científicos. «Este logro ha supuesto un importante sacrificio para la generosa población ilicitana, pero ha valido la pena». Estas palabras quedaron grabadas en la memoria del orgulloso cuarentón y tenía planeado repetírselas literalmente en su perorata posterior a su amado chavalín.

A través de los infinitos campos de frutales poblados aquí y allá por numerosas amapolas[14], se acercarían hasta el indiscutible centro del complejo, el monumento a P. Brotons, en cuyo pedestal rezaba una placa:

“Año MMXI, la ciudad de Elche en agradecimiento al ilustrísimo concejal Don Pablo Borja Brotons de Montalbo y Aznar, por sus servicios prestados a la sociedad ilicitana, cuyo fruto se alza ahora majestuoso en esta anteriormente desaprovechada localización. Así mismo, que esta estatua sirva para recordar no al político, sino al hombre, el ciudadano, el héroe, que murió por salvar el ideal de una ciudad buena, una ciudad sin pobreza, una ciudad fuerte, en definitiva: UNA CIUDAD LIMPIA.”



Fin





[13] Nombre que recibieron los afortunados personajes que siguieron siendo ricos después de serlo antes. Y que también tuvieron la suerte de continuar viviendo en armonía en una ciudad mucho más próspera, como consecuencia de la eliminación de esos agentes transgresores de la felicidad, como era la gente inútil que poblaba El Anillo.

[14] Cuenta la leyenda que la amapola crece habitualmente en los camposantos.

viernes, agosto 06, 2010

El Necropolita - Epílogo I


Epílogo I



Brotons había muerto antes de caer sobre Efrén. Numerosos agujeros llenados con plomo daban testimonio de ello. Ahora, su atormentada existencia se había extinguido dejando paso a un más que probable descanso en el apacible y tranquilo lugar al que las almas como la suya acudían tras la vida: las llamas del infierno; y éstas, jamás se extinguían.

Por su parte, Efrén ¿a dónde pensáis que fue a parar? Por lo pronto, su muerte había podido ser la finalista de un premio Pulitzer (si hubiera habido alguien vivo para fotografiar el momento en que la bandera, con mástil incluido, se colaba sin dificultad por su boca, saliendo con la misma rapidez por salva sea la parte, componiendo así una bellísima instantánea).

Queda a libre elección del lector si fue al cielo o al infierno. Todo depende de si creéis que el cielo puede aceptar entre sus filas a un ángel algo desequilibrado o no.

“El hombre es un lobo para el hombre”.

Montesquieu