Historia de un móvil tocado
Y me puse a trabajar. Le destripé y busqué como arreglar su delicado sistema de encendido. Lo hallé. Tan solo había que hacer contacto con un minúsculo círculo metálico sobre dos puntitos también metálicos de su circuito. Lo complicado era hacer esto desde fuera del móvil y sin que el circulito (que pesará menos de una milésima de gramo) se moviese en su interior. Así que, con mis sofisticadas herramientas de trabajo, conseguí una buena sujeción para poder apretar con mi estoque desde el exterior de la carcasa cada vez que el pequeño se apagara.
Las tijeras, pinzas, el destornilla, el papel celo y mi espada de plástico son mis fieles ayudantes. También podréis apreciar los restos de alguna de las operaciones pegados al celo entre el sufrido y las tijeras.
He aquí el delicado momento en el que instalaba el círculo metálico pegado al papel celo sobre el centro que activa todos sus circuitos (autentica microcirugía).
Y aquí está sobre mi barriga, disfrutando de la esponjosidad, con sus alegres lucecitas y la cicatriz que le ha quedado en su parte más alta, donde estaba el patético botón inicial y por donde ahora le inserto, cada vez que se apaga, un palillo mondadientes que presiona sus circuitos.
Desde esta operación ha sufrido varias más. Otra de las graves se debió a que un día sin querer le hinqué la rodilla en toda la pantalla. En las tiendas no me vendían material para sustituir, me ponían pegas o me decían que me costaba más que uno nuevo. Con los despojos de un móvil desahuciado por un compañero le cambié el display - coste total --> 0€ y un par de horas averiguando como meterle mano.
Juro por San Rorro que le estoy ayudando todo lo que puedo, pero lleva una temporada muy malito. Cada día que pasa tiene menos energía y cuando entra en shock energético me toca hacerle cirugía para llegar a su corazoncito (ya no es tan receptivo a la introducción de tronquitos o se le mueve el circulito postizo). Pero es que le meto unos tutes al pobre, siempre lleva de cinco a quince notas del día para recordarme lo que yo no tengo ganas de memorizar. Y se agota.
Puede que, después de tantos años, esté llegando el momento de la despedida, sniff.