domingo, septiembre 14, 2008

Historia de un móvil tocado

Esta es la triste historia de un celular que se resiste a morir. Tuvo la suerte de que su primer y único propietario fuese yo, un tío apañao y bastante tacaño que intenta aprovechar al máximo sus adquisiciones, que recicla todo lo que puede y que si llega a viejo sufrirá el síndrome de Diógenes.

El pequeño siempre tuvo salud de buen plástico pero tenía un punto débil, su botoncito de encendido. El creador, malvado como siempre, le puso fecha de caducidad con un botón fabricado en un material similar a la goma que no duraría el trajín de mis dedos machacantes en un principio y mis uñas afiladas al final ni tres años.

Pero yo, que como todo el mundo soy violento por naturaleza, fui instruido en mi juventud hacia el camino de la bondad y, para no dejarle sucumbir ante lo inevitable tan pronto, marché a por las herramientas que precisaba. El destornillador de estrella de seis puntas (bastante caro el cabrón, por cierto) fue mi mejor adquisición.

Y me puse a trabajar. Le destripé y busqué como arreglar su delicado sistema de encendido. Lo hallé. Tan solo había que hacer contacto con un minúsculo círculo metálico sobre dos puntitos también metálicos de su circuito. Lo complicado era hacer esto desde fuera del móvil y sin que el circulito (que pesará menos de una milésima de gramo) se moviese en su interior. Así que, con mis sofisticadas herramientas de trabajo, conseguí una buena sujeción para poder apretar con mi estoque desde el exterior de la carcasa cada vez que el pequeño se apagara.


Las tijeras, pinzas, el destornilla, el papel celo y mi espada de plástico son mis fieles ayudantes. También podréis apreciar los restos de alguna de las operaciones pegados al celo entre el sufrido y las tijeras.

He aquí el delicado momento en el que instalaba el círculo metálico pegado al papel celo sobre el centro que activa todos sus circuitos (autentica microcirugía).

Y aquí está sobre mi barriga, disfrutando de la esponjosidad, con sus alegres lucecitas y la cicatriz que le ha quedado en su parte más alta, donde estaba el patético botón inicial y por donde ahora le inserto, cada vez que se apaga, un palillo mondadientes que presiona sus circuitos.


Desde esta operación ha sufrido varias más. Otra de las graves se debió a que un día sin querer le hinqué la rodilla en toda la pantalla. En las tiendas no me vendían material para sustituir, me ponían pegas o me decían que me costaba más que uno nuevo. Con los despojos de un móvil desahuciado por un compañero le cambié el display - coste total --> 0€ y un par de horas averiguando como meterle mano.

Juro por San Rorro que le estoy ayudando todo lo que puedo, pero lleva una temporada muy malito. Cada día que pasa tiene menos energía y cuando entra en shock energético me toca hacerle cirugía para llegar a su corazoncito (ya no es tan receptivo a la introducción de tronquitos o se le mueve el circulito postizo). Pero es que le meto unos tutes al pobre, siempre lleva de cinco a quince notas del día para recordarme lo que yo no tengo ganas de memorizar. Y se agota.

Puede que, después de tantos años, esté llegando el momento de la despedida, sniff.