lunes, agosto 11, 2008

EL ARTISTA CONTORSIONISTA

Los artistas de la contorsión siempre han asombrado al mundo con la torsión de sus cartílagos. Desde tiempos remotos que pululaban los circos itinerantes por los pueblos y las ciudades con el noble afán de sobrecoger al espectador mediante su mérito elástico. Hoy todavía se les aplaude.

Sin embargo, cuando algún medio de comunicación nos presenta orgulloso a un contorsionista logrando proezas, nunca nos muestra la lista de los que se quedaron por el camino, es decir, de los que se partieron la columna en los entrenamientos y desde entonces que se retuercen en silla de ruedas. Nadie nunca se acuerda de "Los Descoyuntados":

Sólo hay una cosa que sorprende más que su capacidad para apelmazarse: su capacidad para desapelmazarse. Cabe preguntarse a qué esa obsesión de meterse en una caja lo más pequeña posible: quizá quieran esconderse del mundo, que nadie descubra la aberración de su ser. También resulta extraño que ningún gordo practique este arte, ya que está visto que todos los contorsionistas están delgados; y, por resultar un "deporte" tan barato, ¿acaso no deberían practicarlo los más pobres? Por otro lado, tenemos que reconocerlo... el contorsionismo es porno duro: al contemplar este aristofanesco espectáculo corporal nos anega el subconsciente con un caudal de imbricación sexual, ineludible al ser patrimonio de la sique colectiva el conocimiento del motivo por el cual un mamífero decide un buen día comenzar a perfeccionar la retorsión de su columna. Quizá sea este el principal motivo que nos impide apartar la mirada, hibridando asombro y lascivia, y uno de los gérmenes de su execrable éxito.

No sé si hay Campeonato del mundo de Contorsionismo, pero está claro que debe existir un baremo atroz para dilucidar si un contorsionista es mejor que otro, del mismo modo que en "El Carromato de Hombres Fenómenos" había una gradación de la monstruosidad.




lunes, agosto 04, 2008

D & 8=> & v (Gran D sexitos)

Después del grandísimo éxito de la versión de Camino Moria, el Reno Renardo vuelve con nuevo disco. Yo ya me lo he descargado y disfrutado. Si hiciesen aún más agudos algunos gritos (estilo Manowar en the power of thy swooooord) sería la leche, pero de todos modos las letras y la música son la hostia. No os perdáis el vídeo del supermega hit single "Crecí En Los Ochenta.


sábado, agosto 02, 2008

Órganos interinos

Escribo estas líneas borracho.

He aprovechado los excesos de los ricos siendo pobre, he paseado junto al gran monumento de piedra de la Secta en mi ciudad. Junto a esos sillares que antaño formaron una montaña, fueron quemados y ahora restaurados, he cruzado el umbral de la puerta atraído por el soplido armonioso de los tubos metálicos, altos y robustos que hipnotizan a los fieles de mi pueblo. Soy el ratón engatusado.

¡Qué bien suena! ¡Qué maravilla! El fin del mundo tal y como lo conocemos está cerca y he planeado exprimir lo que me queda al máximo. ¡Qué suavidad! ¡Qué dulzura! La vida se nos va como el aire que empuja el fuelle y acaricia la tubería del órgano. En un soplo sale de golpe, de manera contínua, aguda o grave, alegre o triste a la vez pero rápida como un estornudo.

Crujidos y gruñidos de las puertas hacia la verdad suenan mientras continúo oyendo la acompasada brisa que anuncia La Fin del Mundo, el punto en el que ni tú, ni Aquiles, ni yo valdríamos un céntimo.

En esta tarde, tras los muros y contrafuertes que se debilitan, yo amarro fuerzas para acometer el final de mi existencia. Mi amiga que se viste de negro y que asoma con cara tan pálida como el hueso me ha visitado. - Un saludo - dice. Vuelven a sonar las enormes trompas, el silbido melodioso y delicado como la seda. Mas cuando espero tranquilo mi partida, un sonido estridente, una charamita de dolor, una dolçaina cojonera interrumpe mi nulo raciocinio.

Un demonio desciende desde el cielo vidriado para anunciarme las desgracias que acaecerán a mis amigos. Amigos en los que no me había fijado. Pero, ¡qué paradoja!, es tan agradable la combinación de asonancias. Esa flauta premedieval, ese conjunto de tubulares sopladores, el bien y el mal juntos como amigos, hermanos inseparables y amantes en una orgía de proporciones titánicas.
Los ecos resuenan en el bronce fundido hueco y el Ternari, cachondo, se pregunta al unísono: "¿nos la tiramos?, que nosotros no somos de piedra"