viernes, mayo 28, 2010

El Necropolita - XX





XX



“Que estés a dieta no quiere decir que no puedas ver el menú”

Raúl Andrés Puertas Gallego



Un par de horas después de la desenfrenada orgía de sangre, Efrén descansaba pacíficamente en su retirada morada, sumergido bajo el suave y templado mar de tranquilizantes por el que su cuerpo se deslizaba.
La idoneidad de Efrén para la Misión había quedado patente. No cabía duda que había realizado un buen trabajo. La sugestión inducida por Dyango, el psicólogo, era total. Además el detonador había funcionado a la perfección: aquellos carteles de “trabajos del Ayuntamiento” que se convertían en “infectados de gripe” eran la pequeña lija que rascaba la cabeza de la cerilla (en este caso la de Efrén) y la encendía, y ardía hasta acabar con ellos. Dyango, ¡qué buen profesional! En cuanto éste descubrió lo que almacenaba aquel sujeto en su interior, supo cómo trabajarlo. Era como una marioneta, manipulada con unos hilos finísimos, eso sí, con algún riesgo que correr. No obstante, el verdadero titiritero era el “tranquilo” Brotons, que con firmeza manejaba los fuertes filamentos que sostenían a Dyango, quién a su vez movía al más tarado individuo que jamás haya visto. Formaban un móvil bellísimamente animado.


El alcalde reforzó las convicciones de Efrén sobre la epidemia de gripe y su relación con la deidad benevolente. Con ciertas drogas, su actuación en el papel de Padre Todopoderoso, y su convincente palabrerío, estos pensamientos quedarían grabados permanentemente en el alterado razonamiento de Efrén: estaría preparado para actuar. Pero… ¿cómo pararlo? Con más drogas, está claro. Un buen régimen de ciertos medicamentos “bien” administrados lograrían que el sujeto permaneciese en estado de vigilia sólo el tiempo necesario para cumplir la voluntad de Dios: unas dos o tres horas. De esta manera dispondrían de un margen suficiente para enterrar a los infelices peregrinos provenientes del Anillo, y otros preparativos para la siguiente sesión[9].
Los encargados de los nuevos oficios como “enterrador de falsos infectados de gripe”, “chófer de ilusos trabajadores del Ayuntamiento”, etc. eran de total confianza, seleccionados por Pablo Brotons con cuidado rectilíneo. Como ya había apuntado, los ciudadanos no debían olerse lo que allí había.


[9] El llamado tratamiento Ludovico descrito con más detalle en A Clockwork Orange consistía básicamente en condicionar a un sujeto mediante estímulos negativos para que fuera absolutamente incapaz de cometer actos de violencia. El tratamiento que recibe Efrén es el denominado Tratamiento Ludovico Inverso, que como su propio nombre indica es el diametralmente opuesto y consiste en el condicionamiento de un sujeto de tal forma que determinados estímulos controlados producen en él una brutal ansia de matar.


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miércoles, mayo 26, 2010

"Polvo Eres"

Éste es el nombre de uno de los programas más entretenidos de la radio nacional de España. Como es bastante corto no suelo coincidir con su emisión, pero de vez en cuando me meto en el apartado de podcasts del mismo y escucho varios de un tirón.

Aquí tenéis un par de ejemplos interesantes:

Muertos en moto


Culto Zoroástrico


Esto me ha hecho pensar en qué me gustaría que hiciesen con mi cuerpo cuando muera, pero no llego a ninguna conclusión. Supongo que no me importa lo que hagan con él, pero si aprovechan mis órganos, mejor. Y si luego, con lo que quede, me quieren dejar en una torre del silencio mejor aún, ¡viva Zaratustra!


Ah, por cierto, hay documentos gráficos del muerto en moto y el muerto "parao".

viernes, mayo 21, 2010

El Necropolita - XIX




XIX



“Bonum vinum laetificat cor hominis”[7]



Habían estado trabajando toda la mañana en la zanja, sobre todo después de la comida (aderezada con cerveza fría y vino potente), la mayoría de los trabajadores se mostraban eufóricos y henchidos de felicidad, mientras golpeaban la cada vez más dura tierra con sus picos.
Por la luminosidad del cielo azul que colgaba sobre ellos, fuera de la zanja, Nonauj calculó que serían más o menos las 19:30 h. o las 20:00 horas. «Dentro de nada veré mi casa. Mi propia casa» se decía mientras su compañero, Cap, sacaba la tierra que él arrojaba al suelo con una pala.
Por su lado, Cap, imaginaba cómo sería dormir en un lugar donde no se tenía que permanecer en duermevela por si alguien decidía arrebatarte el sitio a puñaladas. Recordaba que sólo hacía unos días, ni siquiera formaban parte de los “INTE” (INTEGRADOS) del centro y exterior del anillo. Miró a Nonauj. Se le veía tan feliz como a él.
De repente se oyó un estruendo. Nonauj y Cap miraron hacia el borde más alejado de la zanja, donde se había excavado la rampa que daba acceso al largo agujero: allí había un hombre en pie con una escopeta en la mano. Estaba disparando a diestro y siniestro sobre los obreros que había bajo sus pies.
— ¡Arrepentíos os digo! ¡El paraíso os espera!

¡¡K-BUUUM, K-BUUUUM!!

Nonauj y Cap fueron testigos, horrorizados, de cómo una pequeña avalancha de personas avanzaba hacia donde ellos estaban, intentando huir desesperadamente. Por aquél lado, la zanja no tenía rampa, de manera que el grupo de obreros, con Nonauj y Cap a su cabeza, se vieron aplastados unos con otros contra un muro de tierra de algo más de dos metros.
Dos trabajadores consiguieron trepar sobre la marabunta y alcanzar la superficie del suelo. Pero el tipo de la escopeta, con una frase proveniente de entre sus espesas barbas, y dos tiros de su escopeta, consiguió frenar el avance de la “escapada”: “¡¿Dónde vais almas descarriadas?! ¡¿Acaso renunciáis a la infinita benevolencia de vuestro humilde pastor?!

¡¡K-BUUUM, K-BUUUUM!!

Nonauj y Cap sintieron cómo una finísima cortina de sangre tibia caía sobre sus cabezas y las de sus compañeros. Comprendieron que iba a producirse una masacre de proporciones bíblicas. Nonauj sacó un brazo entre la multitud, intentando alcanzar el borde y asirse a él. Sonó la escopeta. ¡¡K-BUUM!! Su mano había desaparecido. En su lugar, un muñón sanguinolento aterrorizaba a aquellos que se atrevían a mirarlo. Cap intento ayudar a su amigo, pero éste perdió el conocimiento y pronto fue aplastado por las furiosas pisadas de los obreros. Nonauj había muerto.
— ¡El Poder del señor es infinito! ¡Humillaos ante él y yo os llevaré hacia su casa! — bramaba el tipo de la escopeta.
A continuación, y como si el individuo se hubiera vuelto aún más loco de lo que estaba, se produjeron un sinnúmero de detonaciones seguidas que acabaron con la vida de ocho o nueve personas más[8] (Con tal amasijo de carne humana, era difícil saber el número exacto).
En el suelo, un indigente envuelto en sus propias visceras, que le salían por el costado del mono de trabajo, intentaba tocar los pies de su asesino. ¡CRACK! El hombre de la escopeta le pisó la mano, y con un gesto terrible de superioridad apuntó a la cabeza y le desperdigó los sesos sobre las paredes de tierra y el rostro de los “espectadores” de primera fila. La gente empezó a enloquecer. Varias personas se abalanzaron en la dirección del asesino, con la intención, más que de atacarle, de salir huyendo por la rampa.

K-BUUM-K-BUUM-K-BUUUM.

Aquella escopeta almacenaba muchos cartuchos en su vientre. Cap pensó que quizá se tratara de una de aquellas armas que los últimos balleneros utilizaron antes de que la especie se extinguiera: máximo poder de destrucción; máxima rapidez y disponibilidad; mayor capacidad de carga; “hecho en Taiwan”.
— ¡Ahora arrodilláos!
La orden no fue aceptada de inmediato. La escopeta tuvo que volver a emplearse. Y cuando la cabeza de otro operario reventó en varios pedazos, el mandato fue, por fin, acatado.
— Mi nombre es Efrén, y soy vuestro salvador.
Cap advirtió que la mayoría de los presentes, entre ellos él mismo, estaban llorando. Allí arrodillado, junto al cadáver aplastado de Nonauj, fue esperando el turno para morir. Lamentablemente le tocó en el último lugar.
Efrén le obligó a mirarle a los ojos.
Cap le escupió en la cara.
Efrén le voló los testículos. Pero, como si inmediatamente se diera cuenta de su error, rectificó y le voló la tapa de los sesos.
Sí, el dueño de aquella escopeta no estaba allí para dejarse llevar por sus propios impulsos. Sino para hacer la voluntad de un tercero. La infinitamente sabia y misericorde voluntad de su PADRE.


[7] Como todo el mundo sabe, “el buen vino alegra el corazón del hombre”…
[8] Dicha circunstancia es conocida en la mitología céltica como Espasmo de Furia, un repentino crecimiento en la fuerza y valentía del héroe acompañado en ocasiones por una metamorfosis física. Para más información consultar los relatos del rey Slaine.


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viernes, mayo 14, 2010

El Necropolita - XVIII





XVIII



María era bella como el fuego purificador de la inquisición española. Sin duda era un don divino. La cogió. Estaba cargada. Y había muchos cartuchos en una bolsa de tela justo al lado. Efrén recordó una bella melodía “OH HAPPY DAY, OH HAPPY DAY”. Sentía que su nueva vida le iba a reportar muchas más satisfacciones que la anterior, aunqua sabía que debía consagrarla a ayudar a los demás. ¡CLACK! Quitó el seguro.
Sí, su ayuda iba a ser contundente. “OH HAPPY DAY”. El gospel resonaba fuerte en su cerebro. Cogió la bolsa de cartuchos y comenzó a andar.
Era el pastor en busca del rebaño perdido, el predicador de la verdadera palabra. Una brisa movió su abundante cabellera, dejándole las facciones al descubierto. Pensó que incluso tenía el aspecto de un mesías. En el otro mundo iban a sentirse orgullosos de él, ya lo creo. De repente Efrén olió algo en el aire. Una luz de emergencia se encendió en su interior. Con dos zancadas terminó de subir el montículo que estaba escalando. «¡Dios Santo!»
Los veía. Los veía claramente, como el que ve la ira del hacedor en una tormenta de verano: eran muchos, muchos. Efrén observaba asombrado cómo cavaban en el suelo.
«¡Oh aleluya dijo el señor!» pensó Efrén.
En los carteles de la ambulancia que había justo al costado de la zanja se leía claramente: “INFECTADOS DE GRIPE”.

Entonces lo comprendió. ESOS INFECTADOS DE GRIPE estaban… ¡Cavando sus propias tumbas! ¡Sólo estaban esperando que la mano de Dios cayera sobre ellos como una lápida! Sí. El Padre le enviaba a los pecadores y él se encargaría de redimirlos. De redimirlos A TODOS.


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viernes, mayo 07, 2010

El Necropolita - XVII





XVII



Lo primero que sintió Efrén al despertar fueron los rayos de sol de la tarde sobre su rostro. Era una sensación agradable. ¿Estaba en el cielo? Se incorporó lenta y parcialmente sobre un codo, utilizando el otro brazo para taparse la cara. ¿Qué había pasado? Poco a poco todo vino a su memoria. ¡Dios! ¡Había hablado con Dios! Aquél Dios terrible pero compasivo que le había estado dando señales indirectas, por fin, le había hablado. Pero… ¿estaba muerto?

Efrén miró a su alrededor, aunque no fue aquél vistazo a la sierra lo que le situó en el espacio-tiempo, sino otro recuerdo. El recuerdo de la MISIÓN. Sí, ahora recordaba el mensaje del PADRE: “Efrén, tienes una misión y debes cumplirla con amor”.
Dios le había dicho que su misión estaba incompleta y que tenía que esforzarse más: “No debes preocuparte, hijo mío. El mal que les condena a ellos a ti no te afectará”.
¿Era eso posible? ¡Claro que lo era!
El Todopoderoso era eso mismo: Todopoderoso. Efrén se orinó en los pantalones. Le excitaba sobremanera aquella demostración brutal de poder. Aquella supremacía indiscutible de su señor. Aquella voz atronadora… pensándolo mejor quizá no fueran orines lo que manchaba su pantalón.
Se puso en pie y se desperezó. De repente, la sensación de estar siendo observado le invadió. Al momento cayó en la cuenta: ¡Él también es omnipresente!
Se dijo a sí mismo que el cansancio que sentía era normal, después de estado en la otra vida y haber resucitado. Al lado de donde yacía unos momentos atrás, encontró a María. Estaba reluciente en el atardecer.


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