viernes, mayo 21, 2010

El Necropolita - XIX




XIX



“Bonum vinum laetificat cor hominis”[7]



Habían estado trabajando toda la mañana en la zanja, sobre todo después de la comida (aderezada con cerveza fría y vino potente), la mayoría de los trabajadores se mostraban eufóricos y henchidos de felicidad, mientras golpeaban la cada vez más dura tierra con sus picos.
Por la luminosidad del cielo azul que colgaba sobre ellos, fuera de la zanja, Nonauj calculó que serían más o menos las 19:30 h. o las 20:00 horas. «Dentro de nada veré mi casa. Mi propia casa» se decía mientras su compañero, Cap, sacaba la tierra que él arrojaba al suelo con una pala.
Por su lado, Cap, imaginaba cómo sería dormir en un lugar donde no se tenía que permanecer en duermevela por si alguien decidía arrebatarte el sitio a puñaladas. Recordaba que sólo hacía unos días, ni siquiera formaban parte de los “INTE” (INTEGRADOS) del centro y exterior del anillo. Miró a Nonauj. Se le veía tan feliz como a él.
De repente se oyó un estruendo. Nonauj y Cap miraron hacia el borde más alejado de la zanja, donde se había excavado la rampa que daba acceso al largo agujero: allí había un hombre en pie con una escopeta en la mano. Estaba disparando a diestro y siniestro sobre los obreros que había bajo sus pies.
— ¡Arrepentíos os digo! ¡El paraíso os espera!

¡¡K-BUUUM, K-BUUUUM!!

Nonauj y Cap fueron testigos, horrorizados, de cómo una pequeña avalancha de personas avanzaba hacia donde ellos estaban, intentando huir desesperadamente. Por aquél lado, la zanja no tenía rampa, de manera que el grupo de obreros, con Nonauj y Cap a su cabeza, se vieron aplastados unos con otros contra un muro de tierra de algo más de dos metros.
Dos trabajadores consiguieron trepar sobre la marabunta y alcanzar la superficie del suelo. Pero el tipo de la escopeta, con una frase proveniente de entre sus espesas barbas, y dos tiros de su escopeta, consiguió frenar el avance de la “escapada”: “¡¿Dónde vais almas descarriadas?! ¡¿Acaso renunciáis a la infinita benevolencia de vuestro humilde pastor?!

¡¡K-BUUUM, K-BUUUUM!!

Nonauj y Cap sintieron cómo una finísima cortina de sangre tibia caía sobre sus cabezas y las de sus compañeros. Comprendieron que iba a producirse una masacre de proporciones bíblicas. Nonauj sacó un brazo entre la multitud, intentando alcanzar el borde y asirse a él. Sonó la escopeta. ¡¡K-BUUM!! Su mano había desaparecido. En su lugar, un muñón sanguinolento aterrorizaba a aquellos que se atrevían a mirarlo. Cap intento ayudar a su amigo, pero éste perdió el conocimiento y pronto fue aplastado por las furiosas pisadas de los obreros. Nonauj había muerto.
— ¡El Poder del señor es infinito! ¡Humillaos ante él y yo os llevaré hacia su casa! — bramaba el tipo de la escopeta.
A continuación, y como si el individuo se hubiera vuelto aún más loco de lo que estaba, se produjeron un sinnúmero de detonaciones seguidas que acabaron con la vida de ocho o nueve personas más[8] (Con tal amasijo de carne humana, era difícil saber el número exacto).
En el suelo, un indigente envuelto en sus propias visceras, que le salían por el costado del mono de trabajo, intentaba tocar los pies de su asesino. ¡CRACK! El hombre de la escopeta le pisó la mano, y con un gesto terrible de superioridad apuntó a la cabeza y le desperdigó los sesos sobre las paredes de tierra y el rostro de los “espectadores” de primera fila. La gente empezó a enloquecer. Varias personas se abalanzaron en la dirección del asesino, con la intención, más que de atacarle, de salir huyendo por la rampa.

K-BUUM-K-BUUM-K-BUUUM.

Aquella escopeta almacenaba muchos cartuchos en su vientre. Cap pensó que quizá se tratara de una de aquellas armas que los últimos balleneros utilizaron antes de que la especie se extinguiera: máximo poder de destrucción; máxima rapidez y disponibilidad; mayor capacidad de carga; “hecho en Taiwan”.
— ¡Ahora arrodilláos!
La orden no fue aceptada de inmediato. La escopeta tuvo que volver a emplearse. Y cuando la cabeza de otro operario reventó en varios pedazos, el mandato fue, por fin, acatado.
— Mi nombre es Efrén, y soy vuestro salvador.
Cap advirtió que la mayoría de los presentes, entre ellos él mismo, estaban llorando. Allí arrodillado, junto al cadáver aplastado de Nonauj, fue esperando el turno para morir. Lamentablemente le tocó en el último lugar.
Efrén le obligó a mirarle a los ojos.
Cap le escupió en la cara.
Efrén le voló los testículos. Pero, como si inmediatamente se diera cuenta de su error, rectificó y le voló la tapa de los sesos.
Sí, el dueño de aquella escopeta no estaba allí para dejarse llevar por sus propios impulsos. Sino para hacer la voluntad de un tercero. La infinitamente sabia y misericorde voluntad de su PADRE.


[7] Como todo el mundo sabe, “el buen vino alegra el corazón del hombre”…
[8] Dicha circunstancia es conocida en la mitología céltica como Espasmo de Furia, un repentino crecimiento en la fuerza y valentía del héroe acompañado en ocasiones por una metamorfosis física. Para más información consultar los relatos del rey Slaine.


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