viernes, mayo 07, 2010

El Necropolita - XVII





XVII



Lo primero que sintió Efrén al despertar fueron los rayos de sol de la tarde sobre su rostro. Era una sensación agradable. ¿Estaba en el cielo? Se incorporó lenta y parcialmente sobre un codo, utilizando el otro brazo para taparse la cara. ¿Qué había pasado? Poco a poco todo vino a su memoria. ¡Dios! ¡Había hablado con Dios! Aquél Dios terrible pero compasivo que le había estado dando señales indirectas, por fin, le había hablado. Pero… ¿estaba muerto?

Efrén miró a su alrededor, aunque no fue aquél vistazo a la sierra lo que le situó en el espacio-tiempo, sino otro recuerdo. El recuerdo de la MISIÓN. Sí, ahora recordaba el mensaje del PADRE: “Efrén, tienes una misión y debes cumplirla con amor”.
Dios le había dicho que su misión estaba incompleta y que tenía que esforzarse más: “No debes preocuparte, hijo mío. El mal que les condena a ellos a ti no te afectará”.
¿Era eso posible? ¡Claro que lo era!
El Todopoderoso era eso mismo: Todopoderoso. Efrén se orinó en los pantalones. Le excitaba sobremanera aquella demostración brutal de poder. Aquella supremacía indiscutible de su señor. Aquella voz atronadora… pensándolo mejor quizá no fueran orines lo que manchaba su pantalón.
Se puso en pie y se desperezó. De repente, la sensación de estar siendo observado le invadió. Al momento cayó en la cuenta: ¡Él también es omnipresente!
Se dijo a sí mismo que el cansancio que sentía era normal, después de estado en la otra vida y haber resucitado. Al lado de donde yacía unos momentos atrás, encontró a María. Estaba reluciente en el atardecer.


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El Necropolita - XVII by Francisco Marí Coig y Juan Pastor Serrano is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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