El Necropolita - XXVII
XXVII
Una gran multitud de ilustres ciudadanos del anillo paseaba tranquilamente por las calles de
Una furgoneta blanca del Ayuntamiento surgió del carrer Ample, y casi como una exhalación, subió a la acera de
Los “¡Auxilio!”, “¡Socorro!” y “¡O sea!” que los “shoppers” proferían, no alcanzaban en apariencia al conductor del vehículo, el cual, seguía estampando los cuerpos que interceptaba contra el suelo o la pared. Algunos quedaban prendidos de los hierros de las mesas. Otras personas pudieron ver el rostro del asesino: ¡parecía un simple mendigo!, aunque había algo en su mirada…
En Massimo Dutti, las destrozadas lunas del escaparate habían seccionado el cuerpo de una muchacha que mientras se desangraba observaba cómo la planta de debajo de Zara era tomada por la destrucción. Vestidos, jerseys y móviles volaban junto a brazos, piernas y orejas en un ballet sanguinoliento y cruel. ¡Habrá llegado el Apocalípsis al paraíso de las VISA ORO!
Comenzaron a oírse detonaciones.
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