viernes, abril 23, 2010

El Necropolita - XV





XV



— Este poema ha confirmado todas mis sospechas, el sujeto en cuestión es tal y como pensábamos o incluso peor. Me da miedo este asunto Pablo, creo que es más inestable que un florete pegado al techo con chicle y, nosotros nos atrevemos a pasar por debajo.
En un principio habla como si fuese un tipo de Dios u otra cosa por el estilo y después parece que vuelve a su propia mente. En el resto del poema practica de nuevo esta suerte, y no creo que lo haga muy conscientemente. Rompe claramente los mecanismos de contacto con la realidad. Es un caso evidente de esquizofrenia… y es más, pienso que no es su única “virtud”. Leo y te cuento:




De repente aparecen todas esas ovejas degolladas,
Una nube de lana esponjosa de sangre saturada
No tengas miedo, mira cuan larga es tu descendencia,
Mira alrededor y descubre en la correspondencia
Cartas olvidadas, increíblemente atrasadas, selladas
Con toda aquella sangre perfectamente coagulada.

Pasada la noche sólo he podido pensar en su hermosura:
La luz de la mañana brillaba atravesando la espesura
De la única nube que poblaba el firmamento,
Estratégicamente situada, de dimensiones calculadas,
Donde quizás fácilmente ofuscaba mi débil pensamiento:

La bóveda celeste, celeste no estaba.
Las estrellas extrañamente lucían
El fulgor fúlgido que escondían
Tal vez de manera obligada.

Atónito permanecí ante el suceso:
Un ramo de largos apéndices, espeso,
Traspasó la única que habitaba el cielo raso.
Cientos de metros medían aquellos brazos
Era incapaz de dar un paso.

Ondeando los tentáculos en el aire;
Alcé mis brazos, sonreí y esperé.
Asomó rutilante su cabeza,

Translúcida en parte,
Revelaba el espanto del cosmos
Y toda su grandeza.

Advertí un aura áurea,
No era inmaterial,
Formada por miel:
¡Era corpórea! ¡Era espacial!

Inmerso en esta masa melosa
era posible viajar afuera,
Algo especial.

Entonces vislumbré, helado, a la más hermosa,
Dentro de aquel espectro por ella invocado:
De pronto cristales de axionita fueron lanzados,
Rasgando la translúcida carne gelatinosa,
Como si de miles de hachas afiladas se tratara.

¡Oh!, ¡Qué “hallazgo”!, ella no era humana,
más bien diría yo que una diosa,
belleza inigualable asombrosa a la vez que monstruosa.
Tuve miedo, pero acepté el desafío:

Ella me envolvió en un mar de sensaciones psicotrópicas,
Sus ojos irradiaban llamas, sensaciones caleidoscópicas.
A través de los caminos lechosos exploramos mundos,
Más rápido que la luz, engulléndolo todo en segundos.

Por fin comprendí que descubríamos la historia,
El pasado de nuestros antepasados: cartas olvidadas…
Sangre derramada en pronaos para antiguas glorias,
De seres que servían a los Primigenios,
Verdaderos dueños del tiempo y del espacio…
… conocedores de nuestra descendencia
… bibliotecarios de lo oculto…

Ahora ya cabía todo en mi mente:
Hasta LA MUERTE.




Dyango leyó exaltado, como si Efrén fuese el lector: después de haber investigado todos sus escritos conocía bastante bien su pensamiento.
— Estee…, ¿qué le “paresió”? Vaya, ya me ha vuelto a salir esa entonación argentina con que hablaba en mis consultas.
— Vaya, vaya, Dyanguito, parece que tus clases en la U.N.E.D. han dado su fruto, ¿ein?.
— “Está claro, como el agua cristalina, tan claro como el cielo azul de una mañana de verano” que el barbado que tenemos ante nosotros guarda en su interior verdaderas bombas a punto de estallar. Presenta unos ligeros tintes de paranoia con delirios de persecución[4] y de grandeza[5].
Su inteligencia es aparentemente normal: sabe escribir y sin faltas. El desequilibrio se halla en su conducta. He aquí su faceta más peligrosa, Pablo, nada que envidiar a su “querida” paranoia ni a su “hermosa” esquizofrenia: sufre unos monstruosos síntomas de diversas psicopatías. Es un psicópata hipertípico[6] así como inseguro y arrogante. Es un psicópata desalmado, sin remordimientos, brutal y extremadamente cruel. Es… es… es… IDÓNEO.


[4] Está bien clarito: todos quieren infectarle y acabar con él.
[5] Él está firmemente convencido de haber sido elegido (y ya se para qué) por esa criatura que le muestra todos esos conocimientos más allá del tiempo y del espacio, “engulléndolo todo en segundos”, aquella bestia que “revela el espanto del cosmos”, aquel que conoce incluso la muerte.
[6] Es bien sabido que este tipo de psicópatas son aquellos que se enfurecen y agreden con la menor excusa.



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El Necropolita - XV by Francisco Marí Coig y Juan Pastor Serrano is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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