El Necropolita - XIV
XIV
Se armó un pequeño revuelo en los marginales barrios de La Rata, La Puñalá, Los Palmerales, Patilla y algún otro más, donde habitaban ahora los hijos de “la cultura del desempleo para los más pobres”. Estos barrios, que quedaron como un anillo entre la parte más antigua y la expansión de la moderna y próspera ciudad de Elche, estaban poblados de yonquis, desahuciados e inadaptados de la nueva sociedad del bienestar de verdad, en la que quien tenía dineros hacía dineros. Aquellos que formaban parte del Anillo no tenían salida, y aunque no eran muchos, su voluntad dormía carcomida. Pero aquel lunes esperanzador de mitad de agosto un puñado de ingenuos y bienpensados ciudadanos se fueron topando con un caramelo que quizás les sacase de allí.
— ¡Eh, Nonauj! — vociferó Cap a su conocido que medio ebrio descansaba en el portal, más colgado que el puente del Bimilenario en la Ronda Norte.
— Eh, tío. — bajó su volumen pues se acercaba a su chabola. — Eh, sal de la siesta. Antes del refertorio y después del alba acudí a la llamada de la uva…
— No me hables de brebajes que voy a… — le interrumpió haciendo una arcada pero manteniendo el tipo… y el vino dentro de sí.
— Ummm, el caso es que durante el paseo al merca he visto la salvación.
— Paz, hermano, ¿qué mierda te has tomado hoy?
— Bien sabes que no soy dependiente, y tú…
Discutieron durante unos minutos sobre cosas intrascendentes en la peculiar jerga de los perdidos en el Anillo, hasta que Cap recordó lo que iba a proponer a Nonauj.
— Parece no creíble pero he visto unos carteleros pegar. En los carteles se anuncia la necesidad de peones para trabajos de acondicionamiento de zonas verdes.
— ¿Empleadores aquí[3]?
— No sé de qué me hablas, no entiando tu lenguaje personal ni tu vida, pero yo te cuento esto: se requiere gente sin compromisos, que no tenga dinero, familia, y tampoco exigen una fuerza de voluntad a prueba de carcoma.
— ¿Y?
— Habrá un sueldo generoso y prometen una morada digna donde descansar en paz en campos de fresas para siempre.
— ¡¡Burp!!
— Aquí llega el sol/, turuturu/, aquí llega el sol y yo diigo/, está que te cagas/, tarara/larara/larara/lararalaralá…
Hacía años que no se veía algo así: ofertas de empleo a personas cuyo perfil encajaba como un molde perfecto en la silueta de los típicos marginados, absolutamente individuales y apartados del bienestar. Pero… ¡si ya nadie empleaba a nadie sin una aportación económica! ¡¿Cómo podía ser que el mismísimo Ayuntamiento se dedicara a dar FAENA a gente sin FAMILIA ni FONDOS?! ¡A gente que era nadie!
Más de veinte optimistas personas acudieron al día siguiente al Ayuntamiento en busca de la promesa. Había indigentes, algunos jóvenes criados en el abandono, japoneses, borrachos en busca de trabajo fácil con el que mantener el mismo ritmo de vida en su relajada y solitaria existencia (entre ellos Nonauj y Cap),… Todos ellos cumplían los requisitos establecidos. Había incluso alguno de familia rica caído en los atractivos infiernos de la heroína que, abandonado por todos, había decidido cambiar el rumbo de su vida.
Aquel grupo fue citado para empezar la semana siguiente. El Consistorio tenía prisa en desinfectar y limpiar, en acondicionar y repoblar toda aquella zona alrededor del pantano. Y no necesitaban gente especialmente hábil para realizar todo aquello.
[3] Aquí refiriéndose al Anillo.
El Necropolita - XIV by Francisco Marí Coig y Juan Pastor Serrano is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
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