viernes, marzo 12, 2010

El Necropolita - IX




IX




P. Brotons contemplaba a un enfermo y andrajoso a través del cristal de espejo que daba a una gran habitación. Sufría una gran conmoción desde el lunes. Sin embargo, una pequeña sonrisa surcaba su orondo rostro bronceado.

Desde que llegó al cargo de concejal, todo el mundo le había tratado con sumo respeto, e incluso a veces, con miedo. Y así era como debía ser. Él era el amo de dos cosas: la policía y el alcalde. Ala policía la había comprado. Al alcalde lo había coaccionado y chantajeado. Y de hecho aún seguía haciéndolo. Cuando Brotons le propuso al alcalde las obras de acondicionamiento del pantano, éste, pese a saber con certeza que la verdadera intención de tan loable obra pública era la pura y dura especulación inmobiliaria, tuvo que ceder y autorizar. Dyango M. quería a su familia. Y esa era su debilidad, pues P. Brotons no quería a nadie más que a sí mismo. Y así era como debía ser. Alguien le pasó una llamada al móvil: “le llama el señor alcalde”.

— Muy bien, ya me encargo.
— ¿Brotons? ¿Me has hecho llamar? — exclamó una voz metódica al otro lado del auricular.
— Sí. Supongo que estás al corriente de lo que hemos encontrado, ¿no?
— Sí, pero no entiendo por qué no podemos entregarlo a la justicia. Parece que es peligroso…
— ¿Podemos? Vamos a ver… ¡¡Tú no puedes nada!! ¡Aquí mando yo saco de mierda!
Se hizo un tímido silencio en la línea. La voz del alcalde sonó débil.
— Está bien, lo que tú digas, Brotons.
— Así me gusta. Ahora vas a procurar por todos los medios que nada de esto se sepa. Yo ya me he encargado de los municipales y de los operarios.
— ¿Nn-no di-di-dirán nada?
— ¡Estúpido! Nadie abrirá la boca si yo no lo ordeno, y eso no te excluye a ti.
— Lo-lo siento.
— ¡¡Cállate!! Lo único que tienes que hacer es cumplir a rajatabla el plan que te he mandado. Y recuerda que tú tienes una gran parte en el asunto…
El alcalde quiso abrir la boca, pero como si Brotons lo hubiera adivinado:
— Más te vale comerte tu trozo de tarta, Dyango, porque si no, va a haber algunas personitas que tendrán que hacerlo por ti… y mi tarta es muy indigesta. ¡¿Queda claro?!
— Sí, Brotons.
TUUUUUUUUUUUUUUT


Brotons volvió a sentirse sólo frente a la figura del otro lado del cristal. Su cautela a la hora de ocultar los cadáveres había sido fruto del miedo a no poder sacar producto de los terrenos del pantano. Sin embargo, desde que le informaron de lo que una cuadrilla de obreros ebrios había encontrado dos días después al lado de la Necrópolis, su atormentada psique se había tornado en un hervidero de actividad.



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El Necropolita - IX by Francisco Marí Coig y Juan Pastor Serrano is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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