El Necropolita - II
II
Efrén movía la cabeza convulsivamente. Adelante y atrás, adelante y atrás. Visto desde un lado parecía estar meciéndose en una inexistente mecedora (en su caso era posible) o incluso imitando a algún célebre personaje de la mitología urbana.
«Tengo que hacer algo, tengo que hacer algo». La expresión de su mirada, perdida en el vacío, recordaba las esfinges del antiguo Egipto aunque en movimiento.
«La gripe asesina. Tengo que pensar. Soledad muerta. Deprisa. Pensar. Gripe asesina. Muerte. Dolor. Muerte. Cielo. Infierno. Ángeles. Dios. Jesucristo. María. ¿María? ¡Claro, María!».
Efrén sabía donde encontrar a María. Estaba escondida en el armario (Soledad tenía miedo de ella), Pero estaba seguro de que aún se encontraba allí, esperándole.
Con sumo cuidado sacó todos los cachivaches del armario empotrado hasta que al fin quedó al descubierto una vieja funda de imitación piel. Al abrirla, Efrén se dio cuenta que estaba algo raída por la humedad, aunque luego comprobaría que aquello que contenía no había perdido ni un ápice de vitalidad.
¡María Auxiliadora, su escopeta de cazar conejos los domingos!
María Auxiliadora había sido bendecida por la mano de Dios. Eso lo sabía muy bien Efrén, no era ningún bisoño. Pero ahora comprendía perfectamente por qué Dios le había concedido ese báculo de poder: él era muy importante y debía protegerse del peligro mortal que acechaba tras el horizonte, la gripe asesina.
Decidió que no había tiempo que perder y a las cinco de la tarde ya se había preparado un completo equipo de supervivencia para unos meses. Al igual que Moisés, se encaminó hacia las montañas en pos de la salvación. Pero Efrén conocía a la perfección la sierra en torno a la ciudad de Elche. Se estableció en la necrópolis íbera cercana al pantano, perfecta trinchera y hermoso y santo lugar extremadamente cercano a Dios. Sólo cabía esperar… atento.
Oscureció, pronto su cabeza “organizada” se despreocupó de enfermedades, del fin, y se lanzó a un sueño a través de pasillos, puertas y se folló a su madre y mató a su padre y…
El Necropolita - II by Francisco Marí Coig y Juan Pastor Serrano is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
No recordaba a María, qué inmaculado salvajismo
ResponderEliminarAh que risas... lo que me reí en su momento... y lo que me parto ahora... báculo de poder... jajajaja.... la verdad es que no sólo le auxiliará a él, también a los infestados los librará de su padecer. La descripción del personaje me parece de una calidad exquisita, de verdad, el realismo es tal que tengo miedo de salir a la calle y cruzarme con él. Por cierto, he oteado un tipo nuevo de la fauna urbana, como ese que describís ahí, pero ligeramente diferente (yo lo he apodado RULO IMPARABLE, ya os contaré).
ResponderEliminarLo he vuelto a leer... uff... la mecedora inexistente me espeluzna. Deberíais escribir un WORST SELLER, que sólo lean Los Elegidos.
ResponderEliminarJejeje, sí, somos unos cachondos.
ResponderEliminarEl sistema de elaboración de la obra fue:
- escribir el guión sobre el que se basaría todo
- tú escribes esta semana, quedamos y me lo cuentas
- yo escribo la siguiente, quedamos y te lo cuento
Así que cada vez que quedábamos nos descojonábamos hasta llorar con las barbaridades que escribíamos, jiji.