viernes, enero 15, 2010

El Necropolita - I




EL NECROPOLITA


Una historia casi real en Elche del 2010





Autores:
Francisco Marí Coig
Juan Pastor Serrano


Los personajes, hechos y situaciones que aparecen en este relato son pura ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


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I



“Nacemos locos; luego adquirimos una moral y nos volvemos estúpidos e infelices; después morimos.”

Atribuida a un psicoanalista inglés anónimo.




Trompetas y tambores, junto a atronadores y terribles ruidos sintetizados retumbaban en la televisión. Eran los comienzos de tan amenos anuncios electorales, que nos hacían pasar un buen rato de sobremesa durante unos pares de semanas.

A esta maravillosa programación, aquel día 17 de enero del año 2010, le acompañaba una noticia agradabilísima: “Ya son 29 los muertos a causa de la gripe asesina que causa estragos por doquier, al sur de la Gran Bretaña, locucionaba la periodista ante nuestro afable protagonista y aumentan los enfermos de forma exponencial. Cof, cof. Perdón. Los hospitales se hayan colapsados en este estado, por lo que ha pedido ayuda a Francia... la voz se desvanecía, pero retornó con mayor nerviosismo... Dios tenga piedad de nosotros. Sólo nos queda su misericordia infinita, a veces, y que se apiade de nosotros. La expansión de la gripe asesina es inexorable y según los últimos indicios está desembarcando en España. Presten atención a su entorno y no bajen la guardia. Después de la publicidad: el fútbol”.

Una mano sudorosa accionó el botón de desconexión del mando a distancia. “¡Una gripe asesina!” exclamó el individuo ante el televisor. Sólo contestó el silencio. Si era verdad lo que contaban las noticias... no podía quedarse ahí parado. ¡Tenía que hacer algo!. Porque estaba claro que la locutora había dicho exactamente eso ¡¡Una gripe asesina!!.


Efrén, ¿qué es lo que estás diciendo? .

Aquella voz provenía de la cocina y Efrén la conocía muy bien. Era la de su mujer, Soledad.

¡Soledad, la locutora de la tele ha dicho algo terrible! .

Efrén se incorporó, y fue hasta la cocina. Soledad le esperaba sentada en una mecedora, escuchando la radio.

¿Qué es eso tan terrible?, venga... .

Efrén la miró con la expresión del que mira un descarrilamiento.

Una enfermedad mortal viene hacia aquí. Ya han muerto muchas personas... .

Soledad no le dejó continuar.

Vamos, Efrén, que nos conocemos. ¿No será otra de tus manías extrañas? .

¡No puede ser! ¡Lo ha dicho la tele! .

En la radio sonaba una vieja canción de los ’70, en la que la depravada voz de algún drogata se esforzaba por rugir: “Break on through to the other side, break on through to the other side...”.

Soledad, ¡creo que esta vez va en serio! .

Ya, claro, como siempre. ¿Por qué no te calmas y te preparo una tila? .

Efrén sudaba copiosamente y tenía ambos ojos inyectados en sangre.

¡No quiero una puta tila, quiero que me escuches! ¡¡Vamos a morir!! ¿No lo entiendes? .

Los gritos habían resonado con fuerza en las viejas paredes del piso. Casi parecía que seguían en el aire cuando cesaron. Soledad habló por fin, suavemente.

Venga, hombre, no te pongas así. Pero lo más probable es que hayas oído algo sobre una enfermedad y lo hayas, cof, cof, malinterpretado..

Soledad había tosido. Soledad había tosido y Efrén lo había oído. Era tos... era tos, no tenía nada de malinterpretada. Quería decir exactamente lo que quería decir.

Soledad, date un momento la vuelta exclamó Efrén. Soledad obedeció. Y entonces la golpeó. Y no solo eso. Cubriéndose la boca y la nariz con un pañuelo, la arrastró hasta la bañera y la cubrió con salfumán. Cuando terminó la desinfección, se echó a llorar como un niño. ¿Por qué le ha tenido que tocar a ella?, ¿por qué? .


Efrén estaba llorando. Pero también estaba loco. Tanto que no se daba cuenta de que lo que estaba en la bañera deshaciéndose no era su mujer. De hecho era una silla. Una silla cuya destrucción había terminado a su vez con la pequeña parte de su cerebro que aún resistía asustada frente a los ciegos ataques de la sinrazón. Claro que esto era muy distinto a la verdad que él percibía. La única verdad realmente…



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2 comentarios:

  1. Joder qué brutal, ya no me acordaba de lo loco que retratamos a Efrén...

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  2. "Efrén la miró con la expresión del que mira un descarrilamiento". ¡Cuán evocador! Esto es todavía mejor de lo que recordaba. Por cierto, a quien le digamos que lo de la gripe asesina lo vaticinaisteis hace 10 años, no se lo van a creer.

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