EN TORNO AL CONCEPTO DE VERDAD
Mucho se ha escrito, muy poco se ha leído, y a penas nada se ha entendido, sobre el concepto de verdad a lo largo del caudaloso fluir de los tiempos. Siglos cargados de sabidurías orientales, presocráticos, pro y contra aristotélicos, Spinoza`s y Hegel`s (extrañamente todavía figura en los anales de filosofía este charlatán (el calificativo no es mío, es de Schopenhauer en “El arte de insultar”)), todavía no han calado en el juicio del individuo de a pie sobre una de las estafas intelectuales más dilatadas, sonoras y dañinas de la historia del pensamiento. La afirmación que aquí se propone es clara y sucinta: EL CONCEPTO ABSOLUTO DE VERDAD NO EXISTE. Para explicar tamaña obviedad bastaría con dar la definición que Juan nos alumbró: una verdad no es otra cosa que una mentira bien argumentada.
Recuerdo que un personaje de una película decía algo así como: “… no me gusta hacer fotos, ni filmar: no quiero recordar las cosas tal y como ocurrieron sino como yo las recuerdo.” Aquí tenemos que detenernos. ¿Ocurrió lo que ocurrió u ocurrió lo que yo creo que ocurrió? Ocurriera lo que ocurriera, nuestra aprehensión del entorno en el momento del suceso es lo que determina la realidad, mi realidad, tan semjante –tan dispar- como la de cualquier otro observador. Dicen que todos somos diferentes: luego, al menos en eso, somos iguales. De modo que cada sujeto comprehende una realidad particular, que, en el conjunto de la sique colectiva, es la misma. Como el cantero se vale del cinzel o el hermeneuta tira de anaquel, así el sujeto -que no es otra cosa que memoria- nunca puede ser enteramente objetivo.
Recuerdo que un personaje de una película decía algo así como: “… no me gusta hacer fotos, ni filmar: no quiero recordar las cosas tal y como ocurrieron sino como yo las recuerdo.” Aquí tenemos que detenernos. ¿Ocurrió lo que ocurrió u ocurrió lo que yo creo que ocurrió? Ocurriera lo que ocurriera, nuestra aprehensión del entorno en el momento del suceso es lo que determina la realidad, mi realidad, tan semjante –tan dispar- como la de cualquier otro observador. Dicen que todos somos diferentes: luego, al menos en eso, somos iguales. De modo que cada sujeto comprehende una realidad particular, que, en el conjunto de la sique colectiva, es la misma. Como el cantero se vale del cinzel o el hermeneuta tira de anaquel, así el sujeto -que no es otra cosa que memoria- nunca puede ser enteramente objetivo.
Quizá a alguien le resulte una resignación chacinera, pero ya la Teoría del Conocimiento nos advierte las limitaciones del intelecto humano e, implícitamente, del carácter ineluctable de la trascendencia.
Así, la urna que flota hoy en el Ganges siempre comporta el mismo cadáver. Mañana la gravará otro nombre, otro símbolo: otro convencionalismo igualmente diferente.
Es verdad que no podemos luchar contra aquello que está más allá de los límites naturales, pero podemos hacernos amigos de los que están más allá, de los hiperreales o transfinitos, de Cthulhu o R'lyeh. Quizás así (aliándonos con Ellos, venerándoles y destruyendo a sus enemigos) consigamos conocer la verdad verdadera.
ResponderEliminarIsmael, escribes mucho, tienes muchos argumentos y todos con sustancia. ¡A tí no podrían llamarte charlatán! Seguro que serías un gran duelista ganador en cualquier combate de insultos de la Isla de los Monos.
Más chorradas del Secreto de la Isla de los Monos:
- de wikiquote
- de wikipedia
- de frikipedia
¡Yo soy cola, tú pegamento!
¡a ver si superas este argumento!
Jajejijoju.