“Indeterminación, muerte”
Libro Vacío.
Las luces de Vis apenas se aprecian a esta distancia de la
superficie, aunque su fosforescencia
basta para aclarar la oscuridad del páramo que nos envuelve. Las distancias
abisales que permanecen a nuestras espaldas nos impelen a cerrar la puerta tras
nosotros… y a encender un fuego.
Pero yo no estoy aquí para eso. En estos momentos, a 12 km
en órbita geoestacionaria sobre un punto indeterminado del mundo de Vis, mi
trabajo ya ha comenzado, pues está amaneciendo, y debo escribir un poema.
Enero:
Raptus es un desierto
radiactivo en el que ni siquiera los insectos más diminutos han podido
sobrevivir. Cuando se inició el bombardeo orbital, yo estaba en una de aquellas
moles sin forma que circundaban el planeta, como buitres acechantes cargados de
parásitos. Millones de vidas en un segundo. Recuerdo los aplausos.
Febrero:
Con Dementia han sido
empleados otros métodos menos agresivos para el ecosistema. Hace veinte años un
agente vírico inteligente fue liberado en las capas bajas de su atmósfera color
cobrizo. Las últimas lecturas térmicas
atribuibles a vida inteligente las obtuvieron las mismas sondas satélite que
llevaron a cabo el ataque, antes siquiera de iniciar sus ciclos de regreso. Nadie
ha bajado allí desde entonces; Y nadie lo hará.
Marzo:
Vis. La violencia. El Horror
Vacui, el faro que ha guiado a medio
universo hacia el caos, hacia la Audiencia Negra. Legiones enteras aniquiladas.
Flotas tan enormes como para ocultar la luz de un sol…perdidas. Y sin embargo, tras 30 años de silencio
absoluto, una sola palabra cruza las estrellas: Poeta.
Primavera:
Soy un niño y recuerdo
el olor de mi madre, y el de mi
padre. Recuerdo lo fuerte que eran
los hombros de mi padre cuando me subía a ellos .Soy un niño y recuerdo las imágenes de guerra, muestran muchas
veces el mismo edifico con una torre y un reloj. Las voces dicen muchas veces la palabra Universidad. Hablan de
profesores y alumnos. Hablan de
matemáticas y de locura. Soy un niño y recuerdo no comprender una maldita cosa,
salvo el miedo que me daba que mis padres tuviesen miedo.
Verano.
Soy joven y estoy
enamorado. Los Santos y El Arcángel de Cuchillo son el miedo nuestro de cada
día. Lo que combaten es peor, aunque sea imposible. La amo bajo el cielo de
Arturo, con Lanzarote y Perceval de testigos. Tiene frío, le doy mi abrigo. Me
habla de su casa en Savoy, de su lejano y acogedor mundo vegano. De sus padres.
La amo tanto que me duele haber vivido antes de conocerla. No era vivir, sino
existir. Completo mis estudios de literatura. Un Ángel se encierra en un búnker
de Avalon, negándose a marchar hacia la Audiencia Negra. Mandan tropas. Mueren
todas. Entran dos Santos. Sale uno. Avisan de la Venida del Arcángel del
Cuchillo. Evacúan la ciudad. La región. Naves de 1 km de largo. Hormigón y
luces. La pierdo. Nunca más la veo. El Arcángel se marcha. El Ángel ya no está.
El peligro ha pasado. Ella ya no está.
Otoño.
Soy un poeta. Las
Sagradas Almas no pueden estar a menos de 300km de nuestra nave. Las Sagradas
Almas y yo tenemos un mismo dueño. El mismo que diseñó su carne, y el mismo que
me encargó esta labor. También tiene otros divertimentos, como el jardín
antropoide, o la sala de embarazadas. Orbitamos Vis y esperamos que algo nos
hable. Estática y más estática. Una voz. El llanto de un niño. Las luces de Vis se apagan. Todas a la vez. El llanto se hace más
fuerte. Quitamos el sonido enloquecedor. Conectamos el sonido. Otra voz.
La de una mujer joven. Dice: Poeta